La Jornada, 16 de diciembre de 2014
En hilera, amarradas con un mecate, de una en fondo, con un letrero escrito a mano que dice infiltrados, 12 personas marchan por paseo de la Reforma. Son hombres y mujeres. Uno dijo ser militar, otro policía; varios son desempleados. Fueron detenidos por los maestros de Guerrero que llegaron a la ciudad de México el 6 de diciembre. Nadie los reconoció como integrantes de colectivos estudiantiles o de maestros. Dijeron que por 200 pesos aceptaron botear en nombre del movimiento magisterial.
No es el único caso de policías y militares que se han infiltrado en las protestas que han sacudido el país en los últimos dos meses. La lista de denuncias públicas sobre estos casos es enorme. En ocasiones los provocadores gubernamentales generan violencia o, vestidos de civil, detienen a manifestantes pacíficos. Por supuesto, las autoridades gubernamentales niegan cualquier responsabilidad en el asunto.
Un video de Animal Político captó el pasado 1º de diciembre el momento en que Israel Rodríguez, subdirector de Concertación Política y Atención Ciudadana del Gobierno del DF, lanza un tubo metálico hacia el lugar en el que granaderos y manifestantes se jalonean. El funcionario fue detenido por dos agentes, para a continuación ser liberado por otros granaderos que gritaron: ¡Espérense, es compañero!
Ese mismo día Regeneración Radio documentó cómo un personaje obeso vestido de civil patea a un joven al que granaderos de la SSP mantienen sometido en el suelo, al tiempo que le grita: ¡Vete a la verga, güey, hijo de tu puta madre!
A pesar de la evidente participación de provocadores gubernamentales en hechos violentos durante las protestas, éstos son achacados por las autoridades y algunos medios de comunicación exclusivamente a grupos de anarquistas y de jóvenes encapuchados.
La infiltración y provocación gubernamentales tienen un sentido. Usualmente, la destrucción de algunas tiendas de conveniencia, vidrieras de oficinas de empresas trasnacionales y cajeros automáticos durante una manifestación, y los choques entre manifestantes y policías, reciben más cobertura informativa que los casos de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas cometidos por militares y policías. La presencia masiva de decenas de miles de ciudadanos en las protestas y las demandas que enarbolan pasan a segundo plano.
Además, después de cada incidente de este tipo se levantan voces que exigen mano dura y cumplimento del estado de derecho. Simultáneamente las autoridades aumentan la presencia de granaderos y policías federales en las movilizaciones.
Sin embargo, achacar toda la violencia a infiltrados gubernamentales es incorrecto...