La Jornada, 13 de agosto de 2019
¡Aaaaayooooootzi viveeeee! ¡La luuuuuuucha siiiiiiiigue y siiiigue!”, corean los alumnos de nuevo ingreso de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, alargando las vocales y subiendo la voz mientras lo hacen. Es como si la consigna saliera de lo más profundo de sus entrañas; como si la memoria de su escuela y de sus 43 compañeros desaparecidos fuera parte de sus huesos.
Van rapados al cero. Pasaron ya el curso de entrenamiento para ingresar a la normal. Desfilan disciplinados por las calles del centro de Tlapa, Guerrero, justo después de los padres de los muchachos desaparecidos en la noche de Iguala. Sus consignas se mezclan con el sonido de tamborazos y de instrumentos de aliento de la orquesta, en una especie de banda sonora de la marcha que cierra la celebración de los 25 años de Tlachinollan.
Atrás, en columnas más o menos ordenadas, marchan los contingentes de las organizaciones populares de la Montaña, integrados en su mayoría por indígenas pobres. Abundan entre los manifestantes huaraches y sombreros, ropa de algodón rústico y blusas bordadas. Sus mantas, rotuladas en su mayoría a mano, dan fe de su adscripción asociativa.
En la descubierta, caminan los familiares de los 43, portando las fotos de sus hijos mirando al firmamento. Se sienten cobijados. Es aquí en la Montaña –dijo don Mario César González Contreras– donde más solidaridad han tenido.
Han estado tan abrigados por la Montaña, que el día comenzó con un servicio eucarístico encabezado por dos obispos, en el que se efectuó un rito de purificación entre flores e incienso y concluyó con una oración por los 43.
La primera parte del culto fue conducida por uno de los principales del pueblo me’phaa, que tradicionalmente sube a los cerros a pedir que las autoridades del pueblo realicen bien su servicio y cumplan con la costumbre. Él elevó sus súplicas para que se recibiera la ofrenda y se fortaleciera el espíritu.
Ya para concluir la ceremonia, como parte del ceremonial de comunión, los asistentes oraron por los 43. Te pedimos con todo nuestro corazón para que este nuevo gobierno cumpla con su compromiso / de dar con el paradero de nuestros 43 hijos, / ¿quién nos podrá condenar por buscar la verdad y exigir justicia?, invocaron.
Como sucedió en la misa y en la marcha, los padres y madres de los desaparecidos estuvieron en el centro del foro Palabras de vida, caminos de esperanza, durante los dos días que duró. Mostraron ser un imán que atrae y ordena muchas de las otras resistencias en Guerrero y en el resto del país.
Intervinieron en casi todas las mesas de trabajo. Se sentaron junto a los otros panelistas, lo mismo el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, que el representante del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Jan Jarab, o el especialista en desapariciones forzadas Rainer Rhule, o la ex integrante del GIEI (queridísima por ellos) Claudia Paz y Paz. Dijeron su palabra y compartieron su dolor...