La Jornada, 06 de mayo de 2008
Una tarde de marzo de 1988 se presentó el libro Entrada libre, de Carlos Monsiváis. Cerca de mil 500 personas llegaron a la librería El Sótano de la ciudad de México para presenciar el ritual editorial y rendir homenaje al autor. Centenares de asistentes se quedaron sin entrar a la cafetería, ubicada en un primer piso. Gritando consignas exigieron trasladar la sede de la presentación al estacionamiento. Fueron escuchados. Los comentaristas y el escritor bajaron hasta donde se congregaba la mayoría del público.
El libro fue presentado en la sede alterna ante miles de ojos que seguían atentos las palabras del autor. Estaba fresca la memoria de los sismos de 1985 y soplaba fuerte el aire renovador de la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas. El texto sintetizaba puntualmente las expectativas de cambio que se vivían en esos días y la convicción del papel que la sociedad civil tenía en su promoción. Sus páginas resumían “el espíritu de la época”.
Como sucede con buena parte de sus obras, muchos de los textos que forman parte de Entrada libre fueron en sus orígenes crónicas periodísticas publicadas en revistas, diarios y suplementos culturales, que posteriormente fueron rehechas. No hay en ello novedad: el habitante de la colonia Portales de la ciudad de México es un intelectual que ha hecho del periodismo su medio de expresión principal.
El periodismo es para Monsiváis su modo de vida, su fuente principal de ingresos, su trabajo básico. “Yo creo que el periodismo te permite contemplar la realidad como una interminable, profusa, múltiple telenovela y además novela –afirma–. Te permite conocer a gente sensacional y también conocer políticos para equilibrar. Te ayuda a relacionarte con los múltiples niveles de una sociedad tan profundamente injusta como es la latinoamericana y además te permite la práctica de la escritura en condiciones difíciles que suelen terminar en tu contra, pero en las que tienes oportunidad, en ocasiones, de intentar la literatura. Entonces al periodismo le estoy agradecido.”
Aunque practica otros géneros, como el artículo de opinión, la entrevista y el reportaje de fondo, es, ante todo, un cronista. O, si se quiere, un ensayista que utiliza la crónica como vehículo de comunicación. Sus textos han modificado la forma de escribir en el periodismo mexicano y han dado a la crónica un lugar privilegiado. A diferencia del Nuevo Periodismo estadunidense, usualmente no redacta en primera persona. Recurre al sarcasmo y la ironía. Contextualiza el acontecimiento. Su prosa está cargada de años de lecturas, de referencias eruditas, de imágenes cinematográficas que requieren de un lector atento. Recurre con frecuencia a la parodia y al contraste semántico que clarifica el corazón de lo que se quiere informar...