Consulta, el pasado que es presente 

La Jornada, 27 de julio de 2021 

La geografía del horror mexicano tuvo, al finalizar el siglo XX, un momento cumbre. La atrocidad se volvió forma de gobierno cotidiana. El terror estableció una nueva nomenclatura. Se llamó Acteal y Norte de Chiapas, Aguas Blancas y El Charco, los Loxichas. 

Las atrocidades fueron bautizadas también con nombres de víctimas. Como el del maestro Magencio Abad Zeferino, indígena nahua de la región de Olinalá. A él lo torturaron soldados los últimos días de 1996. “Te vas a acordar. Esto mismo le vamos a hacer a tu hijo”, le dijeron, mientras lo golpeaban salvajemente y le daban toques eléctricos. Por ese y otros casos, la CNDH sacó la recomendación 100/97, sobre desaparición, tortura y detenciones arbitrarias por parte del Ejército en Guerrero (https://bit.ly/2UKXkNd). 

Masacres, militarización, cárcel, ejecuciones extrajudiciales, tortura, esterilizaciones forzadas, persecución policiaca fueron la constante del último presidente salido de las filas del PRI en la pasada centuria, el profeta de la globalización neoliberal: Ernesto Zedillo. El genocida invisible, lo bautizaron el Canal 6 de Julio (https://bit.ly/2UA3ccb) y Hermann Bellinghausen (https://bit.ly/3kR1sG8). 

Chiapas, Oaxaca y Guerrero, entre otras entidades, se transformaron en territorio de cacería contrainsurgente. Fomentados por el Estado, los paramilitares florecieron como hongos en temporadas de lluvias. Decenas de cuarteles militares se construyeron en las regiones más apartadas del país. Avasalladores, los soldados irrumpieron en las comunidades indígenas. Las mujeres se convirtieron en botín de guerra. 

Pudorosos, funcionarios públicos, fuerzas armadas e integrantes de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, negaron la existencia de la guerra que no decía su nombre y que se ejecutaba a través de paramilitares. Total, ellos no necesitaban rendir cuentas a nadie de sus atrocidades (https://bit.ly/3iFJwLL). Los llamaron “grupos civiles armados”. En Chiapas se bautizaron con los más diversos nombres: Paz y Justicia, Opdic, Chinchulines, Primera Fuerza, Máscara Roja, MIRA. 

Tan sólo, entre 1995 y 2000, Paz y Justicia asesinó en la zona norte de Chiapas a más de 100 indígenas choles, expulsó de sus comunidades a 2 mil campesinos y sus familias, cerró 45 templos católicos, atentó contra los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera, hurtó más de 3 mil cabezas de ganado y violó a 30 mujeres (https://bit.ly/3kQbjfp). 

El punto cumbre de esta ofensiva fue la matanza de Acteal, un crimen de Estado. El 22 de diciembre de 1997, los paramilitares asesinaron salvajemente a 45 personas desplazadas pertenecientes al grupo Las Abejas, que oraban pacíficamente por la paz en una ermita (https://bit.ly/3y410rR)...