De la Cruz de Trouyet a los crematorios clandestinos

La Jornada, 10 de febrero de 2015

Una enorme cruz de 42 metros de alto, construida con acero y concreto sobre la parte más alta del cerro del Guitarrón, domina la bahía de Acapulco. Majestuosa, se le puede ver casi desde cualquier punto del puerto. Desde la noche del 24 de diciembre de 1970 se ilumina cada noche con reflectores de vapor de mercurio. La gente la conoce como la Cruz de Trouyet.

El apelativo popular no es casual. El moderno mausoleo fue edificado por el magnate Carlos Trouyet, uno de los empresarios consentidos del alemanismo, desarrollador inmobiliario de Acapulco. Dominando la bahía, en el sepulcro del nivel inferior de la Capilla de la Paz, se encuentran sus restos, los de su esposa Milly Hauss de Trouyet y los de sus hijos Carlos y Jorge.

Sin embargo, la muerte en Acapulco no es igual para todos. En esa misma ciudad, el pasado 5 de febrero se encontraron 60 cadáveres casi momificados, anónimos, apilados, a la espera de una incineración que nunca llegó. Las macabras imágenes de los cuerpos embalsamados en las instalaciones de la empresa Cremaciones del Pacífico son dignas de un grabado de la serie Los horrores de la guerra, de Francisco de Goya.

Porque una guerra es lo que hoy se vive en Guerrero. En ella combaten una moderna Hidra contra campesinos, maestros, indígenas, estudiantes y sus policías comunitarios. Los saldos de este enfrentamiento están a la vista. Durante 2014 se encontraron fosas clandestinas en Acapulco a unos cuantos metros de los enclaves de Las Brisas y Punta Diamante. También en Iguala, Eduardo Neri, Telolapan, Juan R. Escudero y Zitlala. De su interior se extrajeron 189 osamentas.

Apenas el pasado jueves, al diario Reforma informó que, al margen de estas cifras, el 20 de mayo de 2014 agentes de la Policía Federal encontraron en Iguala 100 cuerpos en tumbas clandestinas. El organismo policial precisó después que la cantidad era incorrecta y que la cifra era de 19 osamentas.

Los camposantos ilegales son, sin embargo, apenas una de las cabezas de la Hidra de la inseguridad guerrerense. Sus otros rostros son las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzadas, los desplazamientos violentos de poblaciones, torturas, las extorsiones y los secuestros. No en balde, Acapulco fue nombrada la tercera ciudad más violenta del mundo.

Las agresiones de esa Hidra son para comunidades, maestros y pequeños empresarios guerrerenses, el pan nuestro de cada día. Si en la mitología griega el monstruo es hija de Tifón y Equidna, en Guerrero es producto de la unión de políticos, cárteles del narcotráfico y fuerzas del orden en el sagrado matrimonio de la narcopolítica...