La jornada, 03 de agosto de 2004
El proyecto de revolución conservadora de Vicente Fox fracasó. Su decisión de impulsar "una revolución espiritual universal para tener la oportunidad de ser felices, de vivir mejor, de tener menos dolores" fracasó. Al relevo viene ya la restauración priísta.
La forzada renuncia de Marta Sahagún a postularse para la candidatura a la Presidencia de la República canceló las posibilidades de dar continuidad a un proyecto transexenal. El foxismo no tiene hoy posibilidad alguna de sacar adelante las reformas sustanciales, que son el alma de su propuesta, ni, mucho menos, de ganar la batalla de 2006. El escándalo de Vamos México, la destitución de la directora de la Lotería Nacional y la comprobada corrupción de las donaciones gubernamentales a Provida ahogaron la esperanza de hacer de la filantropía el campo de una nueva política.
No son pocos los personajes del primer círculo presidencial que aseguran que el jefe del Ejecutivo ha perdido la enjundia y energía que parecía tener como candidato. Constatan que las giras que tanto disfrutó se han convertido en algo tedioso. A la menor oportunidad regaña a quienes se acercan a pedirle algún favor. Y, aunque sigue disfrutando las paradas militares, la novela rosa de su sexenio comienza a parecerle cada vez más una novela negra.
La realidad es triste. De todos los consejos que ha recibido como responsable del timón, el que más ha puesto en práctica Vicente Fox es el de gastar saliva de vendedor para decir que todo marcha bien. Así como las autoridades en los pueblos uniforman los árboles pintándolos de blanco para crear la ilusión de que hacen obra pública, así en sus piezas de oratoria el Presidente colorea a la nación de verde esperanza.
El primer mandatario se enfrenta al incumplimiento de sus promesas. Ni siquiera la enorme popularidad que disfrutó al comienzo de su administración, ni el generoso bono democrático que las potencias le extendieron, le permitieron satisfacerlas. Por lo menos no las que verdaderamente cuentan. La obra del sexenio, el gran negocio, el aeropuerto de Atenco, tuvo que suspenderse por una revuelta campesina con machetes. La venta de garaje del sector eléctrico no ha avanzado. La pretensión de abaratar aún más la mano de obra desmantelando los viejos contratos-ley no ha visto frutos. El compromiso de cobrar impuestos a medicinas y comida y disminuirlos a los ingresos de los ricos fracasó estrepitosamente, a pesar de que logró fracturar al PRI. El acuerdo migratorio con Estados Unidos nunca llegó. Sus amigos del voto útil ya lo abandonaron. Los señores del dinero, que tanto invirtieron en su candidatura y tanto esperaban de la administración empresarial y del gabinetazo están, además, insatisfechos con este gobierno, muy insatisfechos. Las reformas que necesitan para hacer negocios no avanzan y las opciones laterales que les han dado (como los contratos de servicios múltiples en electricidad y petróleo) enfrentan juicios de controversia constitucional. Gigantes como Repsol, Endesa o General Electric quieren hechos, no palabras...