La Jornada, 11 de junio de 2019
Arturo Farela es un pastor de las Asambleas de Dios que representa varias iglesias cristianas evangélicas. Su cercanía con la Cuarta Transformación (4T) es notable. Tanto que fue uno de los oradores en el Acto de Unidad celebrado en Tijuana el pasado sábado.
Su discurso ante las fuerzas vivas de la República fue una mezcla de sermón bíblico y arenga política. A nombre de la Confraternidad Nacional de Iglesias Católicas y Evangélicas, dijo que estaban allí para “dar su apoyo incondicional al presidente de México, porque Estados Unidos es una nación fundada por principios cristianos bíblicos […] Por eso dice el dólar: ‘En Dios confiamos’”.
Emocionado por la declaración conjunta alcanzada en Washington, Farela explicó la clave de la negociación: Dios puso orden, tanto en el gobierno estadunidense como en el mexicano, partiendo de un principio fundamental: la justicia.
Para no ser menos, el sacerdote católico Alejandro Solalinde, durante muchos años defensor de migrantes y ferviente simpatizante de Andrés Manuel López Obrador, convirtió la tribuna en púlpito, foro para teorizar sobre la 4T y oráculo para anunciar a la ganadora de las elecciones presidenciales de 2024.
El ex integrante de El Yunque habló más como presbítero que como defensor de derechos humanos. “México –dijo– es un espacio bendito y maravilloso, bendecido por una gran señora, que es la Virgen de Guadalupe”. Se dirigió no a la ciudadanía, sino a las feligresías, cristianas, sobre todo, a las que luchan por expresar su fe en la vida diaria.
En papel de teórico dela 4T, reflexionó sobre las relaciones del catolicismo con ésta. “Queremos –anunció– hacer presente aquí a esa persona. Es Jesús de Nazaret, que tiene que ser referente para este cambio. Es ella la que nos va a ayudar, nos va a guiar, para que, de verdad, construyamos ese reino que él quiere. Vamos a pedir a Dios que nos ayude a lograr esta -transformación.”
Para rematar, y sin decir su nombre, destapó a Claudia Sheinbaum como presidenta de la República en 2024. “Estamos –anticipó–muy cerca de tener la primera mujer presidenta. ¡Ojalá que así sea!”
La participación de estos dos ministros de culto en una ceremonia que debió ser republicana y laica, dista de ser anécdota. El pastor y el cura, en lugar de hablar como figuras de autoridad y tratar de esclarecer el significado y el alcance de la negociación entre Estados Unidos y México, convirtieron el evento en acto de proselitismo religioso.
Ello no es casual. Tiene que ver, por un lado, con la política de alianzas de la 4T, forjada desde la pasada campaña presidencial. Y, por otro, con una ceremonia concebida para refrendar la unidad nacional recurriendo al humo y los espejos. Como evento diseñado para presentar como triunfo de la diplomacia mexicana una negociación que, en el mejor de los casos, tuvo que optar por el mal menor, pero, en realidad, fue una derrota...