El hacha de guerra de Elba Esther Gordillo

La Jornada, 09 de abril de 2019

Cuando Elba Esther Gordillo y Carlos Jonguitud Barrios se encontraron en la antesala de la oficina del secretario de Gobernación Fernando Gutiérrez Barrios, el profesor y licenciado comprendió a cabalidad lo que sucedía. Para eso me gustabas, le dijo trastornado a su pupila.

Han pasado ya casi 30 años de ese 23 de abril de 1989, cuando el líder de Vanguardia Revolucionaria del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) se encontró con que su debacle estaba asociado a la traición de la maestra. Mucha agua ha corrido en los ríos magisteriales desde entonces, aun el arresto de Elba Esther. Sin embargo, el olfato político y el estilo de hacer política de la chiapaneca sigue siendo el mismo.

La profesora Gordillo comenzó su labor sindical a comienzos de la década de los 70, de la mano de una corriente sindical trotskista en Nezahualcóyotl, estado de México. Entonces daba clases de primaria y habitaba una modesta vivienda en la colonia Metropolitana.

Como parte de ese grupo asistió en enero de 1973 a un pleno de secretarios generales de maestros mexiquenses, en las instalaciones sindicales de Popo Park. Allí increpó a Jonguitud, cacique sindical del SNTE por obra y gracia del presidente Luis Echeverría. Él pidió a sus ayudantes: Tráiganme a esa flaca. El secretario de la sección 36, Silvino Berna, se la llevó. Nació entonces una estrecha relación que se rompió definitivamente ese 23 de abril de 1989.

En 1976, en el congreso seccional de la sección 36, en el auditorio municipal de San Juan Teotihuacán, los pleitos entre el candidato de un grupo de la SEP y el grupo de compadres de Jonguitud, conocido como los silvinistas, impidieron nombrar en un primer momento secretario general. Sin embargo, después de un largo receso, Gordillo apareció como la candidata ungida. Y, a pesar de no contar con la mayoría de votos, quedó al frente del organismo sindical. Por eso ella dice que llegó por culpa de un pleito de hombres. “Llegó –puntualiza el ex dirigente magisterial Teodoro Palomino– porque tenía de su lado al único hombre que podía designarla: Carlos Jonguitud”.

A partir de entonces, al principio de la mano del profesor y licenciado y luego de otros padrinos, su carrera fue en ascenso. Secretaria de trabajo y conflictos a nivel prescolar; secretaria de finanzas y presidenta de la Comisión Nacional de Vigilancia del SNTE; diputada; senadora; secretaria general del PRI. Sin embargo, hasta 1989, no pudo realizar su más preciado sueño: ser dirigente nacional del sindicato. A quienes abogaban por ella, Jonguitud les respondía: a las mujeres, ni todo el amor ni todo el poder.

Así fue hasta que la primavera magisterial de 1989 puso en la picota al potosino. La maestra se había alejado de Jonguitud y había coqueteado en 1988 con la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. Manuel Camacho la recuperó a las filas del PRI, la hizo delegada en Gustavo A. Madero y, cuando estalló el paro nacional de maestros, la impulsó para que quedara al frente del SNTE...