La Jornada, 02 de agosto de 2011
En muy poco ayuda al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) el balance injustificadamente optimista que algunos dirigentes hacen del diálogo que sostuvieron con el Poder Legislativo en el Castillo de Chapultepec. Es comprensible que quienes conducen una movilización social quieran magnificar sus conquistas. No lo es que fuercen la realidad hasta extremos caricaturescos.
En un desplante verbal sin sustento alguno, un día después del diálogo, Emilio Álvarez Icaza publicó en El Universal una reflexión en la que aseguró: Hay elementos para pensar que la gente recuperó al Congreso de la Unión y que éste puede recuperar la confianza de la ciudadanía.
¿De verdad la gente ya recuperó al Congreso? ¿Será que ahora sí el Legislativo puede recuperar la confianza de la ciudadanía? ¿Por qué? ¿Porque el MPJD se reunió con ese poder y algunos legisladores accedieron de palabra a algunas de sus demandas? ¡Por favor!
Apenas un día después del escrito de Álvarez Icaza, José González Morfín, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, lo desmintió y dijo que será en septiembre cuando el Congreso de la Unión ofrezca una respuesta concreta a los compromisos adquiridos.
Por lo pronto, no hay ninguna garantía de que el Congreso vaya a cumplir con los puntos verbalmente aceptados por algunos legisladores. En la reunión se negaron a firmar cualquier compromiso, argumentando que el verdadero capital de un representante popular es su palabra. ¿Acaso ya se olvidó lo que sucedió con los acuerdos de San Andrés? ¿Dónde quedó la iniciativa de la Cocopa –avalada por los legisladores– a la hora de la verdad?
Álvarez Icaza ha amenazado que, en caso de incumplimiento, el MPJD se cobrará la afrenta en las urnas. ¿De verdad? El MPJD es una movilización social ejemplar. Ha logrado en muy poco tiempo grandes conquistas, visibilizando el costo humano de una guerra absurda y fallida. Ha sentado a dialogar al Presidente de la República y al Congreso de la Unión. Ha impactado a la opinión pública, pero no la ha organizado. El MPJD no tiene, por lo pronto, ni la capacidad organizativa ni la convocatoria para presionar electoralmente a los partidos. ¡Ojalá y la tuviera!, pero no es así. El que diga lo contrario está blofeando. Y la clase política política lo sabe.
Buen ejemplo de la inutilidad de este tipo de chantajes es la movilización en favor del voto en blanco de los pasados comicios federales. ¿Dónde quedó? En ningún lado. La protesta, legítima como fue, no pudo transformarse en un movimiento sino, apenas, en una explosión de malestar sin continuidad. Desapareció una semana después de las elecciones...