La Jornada, 23 de octubre de 2012
Ataviada con un lujoso vestido blanco, Elba Esther Gordillo tomó posesión como nueva secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) la mañana del 24 de abril de 1989. El presidente Carlos Salinas de Gortari acababa de designarla en remplazo de Carlos Jonguitud Barrios, cacique del gremio durante casi 17 años.
En aquella ocasión no hubo aplausos. Los cerca de 100 delegados llevados por la Secretaría de Gobernación no mostraron una sola expresión de júbilo, ni siquiera aplaudieron. “Sé que es una situación difícil –dijo ella–, yo comprendo su silencio.” Horas más tarde, embriagada de júbilo, confesó ante las cámaras de Televisa que había cumplido uno de sus sueños más anhelados.
El ungimiento, a todas luces ilegal, fue justificado ante la opinión pública como parte de la renovación moral de los sindicatos. Frente a los micrófonos de cadenas de radios y blocs de notas de periodistas, Elba Esther repitió una y otra vez:¡El sindicato jamás volverá a permitir la instalación de un cacicazgo, porque daña la conciencia, el intelecto de México!
Más de 23 años después de su primera toma de posesión como dirigente nacional del SNTE y de sus promesas de no permitir un nuevo cacicazgo, La Flaca –como le decía Jonguitud Barrios, su mentor, a quien ella llamaba El Señor– fue nombrada nuevamente líder nacional del gremio, ahora como presidenta del recientemente creado Consejo General Sindical para el Fortalecimiento de la Educación Pública.
El consejo no es otra cosa que un nuevo organismo creado para permitir que, bajo otros nombres, subsista el liderazgo vitalicio de Elba Esther. Para que no le digan que viola los estatutos religiéndose al frente de las instancias nacionales de conducción del sindicato, en cada ocasión en la que debe dejar el puesto cambia los estatutos e inventa mecanismos de representación antes inexistentes. Así lo ha hecho desde que en enero de 1990 buscó cubrir su imposición con el manto de la legalidad de un congreso extraordinario organizado a modo. Así lo hizo, por ejemplo, en 2004, en el congreso de Tonatico, en que se declaró presidenta del SNTE, cargo inventado a modo para ella.
Elba Esther no quiere que nadie le haga sombra. Para ello, en esta ocasión, incorporó al nuevo organismo los cadáveres sin músculo de los antiguos secretarios generales del gremio, en lo que parece ser una reproducción en vivo y a todo color de la galería del terror sindical del edificio gremial de Venezuela 44, en la ciudad de México. Por ejemplo, José Luis Andrade Ibarra, encargado en esta ocasión de clausurar el sexto congreso nacional extraordinario, apodado El Llorón por la facilidad con que las lágrimas brotan de sus ojos, fue un exaltado apologeta de Carlos Jonguitud Barrios. Cuando la caída del Padrino era inminente, Andrade le dijo:¡Usted no tiene derecho a irse, usted es patrimonio del sindicato, usted pertenece al magisterio nacional! Ahora, por supuesto, es el más elbista de los elbistas...