La jornada, 22 de enero de 2002
La producción de maíz en México está en riesgo. La contaminación de las siembras nacionales con semillas transgénicas, la apertura económica salvaje y la carencia de políticas de fomento amenazan el grano, así como a los pequeños productores que lo siembran.
El asunto es delicado. México es centro de origen, domesticación y diversidad del maíz. El grano es el corazón de la producción campesina en México, base de la dieta popular, el cereal de mayor consumo y el corazón de una cultura. Es, también, patrimonio de la humanidad. En Mesoamérica los hombres fueron creados no de barro, sino de maíz.
Aunque existen grandes diferencias entre los tipos de productores que se dedican a su siembra, de los 4 millones de productores agrícolas que existen en el país alrededor de 3.2 millones de campesinos -en su mayoría ejidales- lo cultivan. 35 por ciento de la producción se destina al autoconsumo.
A pesar de que en México no está permitida la siembra comercial de maíz transgénico, y que a partir de 1999 se cancelaron los permisos para experimentación en campo, la importación a Estados Unidos, que contiene mezclado el transgénico, ha alcanzado volúmenes récord desde la puesta en marcha del TLCAN.
El año pasado se comprobó la contaminación de maíz tradicional con transgénico en comunidades de Oaxaca y Puebla. Las empresas y algunas autoridades mexicanas pretendieron ignorar el hecho y aseguraron que no hay suficientes pruebas de la contaminación, pasando por alto los trabajos científicos de gran relevancia que advirtieron desde 1999 sobre el peligro que corrían las variedades del maíz mexicano ante las importaciones de diversas clases transgénicas. Con el mayor cinismo afirman que el maíz transgénico "sería benéfico" para el campo mexicano y que representa ventajas que debe-rían llegar a millones de campesinos, porque "reduce costos de producción y puede ser incorporado fácilmente en maíces criollos".
Este hecho provocó airadas reacciones de varias organizaciones indígenas, campesinas, ambientales y civiles, así como de los funcionarios responsables de las políticas agrícolas, ambientales y comerciales, legisladores, científicos vinculados a los cultivos biotecnológicos y las empresas productoras de semillas y comercializadoras de productos transgénicos...