La Jornada, 03 de abril de 2012
En septiembre de 1997, Pierre Sané, secretario general de Amnistía Internacional (AI), viajó a México durante tres días. La cancillería mexicana le aseguró que sería recibido por el presidente Ernesto Zedillo para tratar el delicado asunto de la situación de los derechos humanos en México. El mandatario no lo recibió. Sus funcionarios dijeron que la entrevista nunca había sido acordada. Por supuesto, nadie creyó la explicación oficial.
Ese mes AI presentó a Zedillo un memorando en que expresó su preocupación por el hecho de que la mayoría de las anteriores investigaciones de violaciones de derechos humanos no habían identificado y puesto a disposición de los tribunales a sus autores intelectuales y materiales. “La impunidad –dijo la organización–, característica que deteriora la protección de los derechos humanos y facilita la perpetración de nuevas violaciones de derechos humanos, ha prevalecido durante demasiado tiempo.”
Entrevistado por El País (26 de septiembre de 1997), Sané explicó cómo, desde 1994,ha habido un agravamiento inquietante de las violaciones a los derechos humanos. Hace tres años teníamos cinco presos de conciencia. Hoy hay más de 150. Las desapariciones han resucitado como técnica de represión. Sólo en 1997 llevamos contabilizados 30 casos y 40 ejecuciones extrajudiciales. La tortura sigue siendo rutinaria, y los malos tratos en las prisiones han aumentado.
El de AI no fue un caso aislado. Ese año, el relator especial de Naciones Unidas para la Tortura, Nigel Rodley, informó durante su visita a México, en agosto, que había recibido muchos testimonios de víctimas de tortura por parte de militares.
Además de Amnistía Internacional, organismos internacionales como Human Rights Watch, la Federación Internacional de Derechos Humanos, la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos, diversos relatores especiales de la ONU y numerosas ONG mexicanas documentaron el deterioro de los derechos humanos en México durante el sexenio de Zedillo.
No fue exageración. Durante el zedillismo se produjeron las matanzas del vado de Aguas Blancas, del norte de Chiapas, de Acteal y de El Charco. En los Loxichas se desató una cacería humana salvaje contra la población indígena.
Para tratar de tapar las graves violaciones a las garantías individuales cometidas por su gobierno, Zedillo expulsó del país a más de un centenar de defensores de derechos humanos, y a algunos se les prohibió que regresaran a México de por vida. En 1998 se establecieron todo tipo de restricciones para impedir la entrada a quienes monitoreaban la situación...