La Jornada, 20 de mayo de 2008
Tiene 47 años pero no pierde oportunidad de participar en cuanto partido de futbol puede. Ha jugado al lado o contra cracks como Diego Armando Maradona, Héctor Chumpitaz y Diego Latorre. Forma parte del Litoral, un equipo semiprofesional que aspira a ascender a la liga mayor. Se llama Evo Morales y, además, es presidente de Bolivia.
Su último partido fue el pasado viernes, en Lima, Perú, durante la quinta Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de América Latina, el Caribe y la Unión Europea. El juego fue organizado por la Cumbre de los Pueblos, un evento alternativo, paralelo al encuentro oficial. Morales alineó con un combinado integrado por bolivianos, que se enfrentó a figuras mundialistas legendarias de Perú como Héctor Chumpitaz y Julio César Uribe. Con el número 10 en la espalda, Morales metió un gol de pénalti al minuto 22.
La cascarita le sentó mal a la clase política local. Jorge del Castillo, presidente del Consejo de Ministros, declaró: “si un partido de futbol significa el éxito de una cumbre, es excelente, en buena hora para ellos; pero la verdadera cumbre está en la junta de los presidentes, de los cancilleres”.
Pero así se las gasta el presidente boliviano. En noviembre del año pasado, durante la Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile, Morales prefirió jugar una partida amistosa en lugar de asistir a la cena que ofrecía la anfitriona Michelle Bachelet. Aunque en la escuadra chilena participaron viejas glorias deportivas, el combinado del mandatario ganó por ocho goles a uno.
El futbol es fundamental en la vida de Evo Morales. Siempre lo ha sido. A los 13 años fundó en su comunidad un equipo de nombre Fraternidad. Él era capitán, delegado y árbitro. A los 16 años lo eligieron director técnico de todo el cantón. Él cuenta: “Era como dueño del equipo. Tenía que trasquilar oveja, lana de llama; mi papá me ayudaba; era muy deportista, vendíamos la lana para comprar pelotas, uniformes.”
En los 80 la sequía obligó a su familia a emigrar hacia el Chapare. El deporte fue la llave que le abrió las puertas de la amistad en su nueva tierra, la herramienta de vinculación con sus vecinos. “Un día entré a jugar futbol con los colonos y fui goleador. Luego todos querían que juegara con ellos.”
Una foto registra aquellos tiempos. En ella, al atardecer, con el cielo nublado, un joven delgado y de bigote sonríe. Viste uniforme. La camiseta es de color azul celeste con cuello en forma de uve; el short, negro con rayas blancas a los lados. Lleva en el brazo derecho una muñequera para el sudor. Tiene el pie derecho colocado sobre un balón de cuero...