Los familiares de los 43

La Jornada, 22 de septiembre de 2015

El retrato de Jhosivani Guerrero de la Cruz está pintado en las paredes exteriores de la escuela telescundaria de Omeapa, a unos cuantos metros de su casa. Junto a él están los rostros de otros dos amigos suyos del pueblo. Crecieron juntos y estudiaron juntos. Juntos entraron a la normal rural de Ayotzinapa. Juntos los desaparecieron.

Omeapa se encuentra a unos 15 minutos en coche de Tixtla de Guerrero, la cabecera del municipio. Tiene poco menos de 400 habitantes, algunos de los cuales aún hablan alguna lengua indígena. Viven en 90 viviendas modestas, muchas con piso de tierra. Más de 40 de ellos, mayores de 15 años, no saben leer ni escribir.

Jhosivani es el menor de siete hermanos de una familia dedicada a la agricultura. De niño le gustaba jugar con carros. Sus familiares aseguran que es un pequeño genio en potencia. Antes de entrar a la normal se la pasaba inventando todo tipo de instrumentos. Quería ser químico, pero ir a la universidad resultó imposible. Sus padres conservan su cuarto tal como él lo tenía antes del trágico 26 de septiembre. Allí están los alambres que utilizaba en sus creaciones.

Sus papás primero lo llamaron Efraín, pero el nombre no se acomodó a él. Después de varios intentos, lo nombraron Jhosivani. De cara espigada, sus compañeros lo apodan el coreano. Cuando lo desaparecieron tenía 20 años. Él entró a la normal para tener una profesión, salir adelante y ayudar a su comunidad.

El pasado 16 de septiembre, Arely Gómez, la procuradora general de la República, declaró que expertos forenses de la Universidad de Innsbruck, en Austria, concluyeron que había una probabilidad de 72 a 1 de que un fragmento de hueso analizado por ellos perteneciera a alguien relacionado (genéticamente) con la madre del estudiante.

Los restos fueron encontrados en una bolsa que, según los expertos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), fue descubierta sin seguir los pasos establecidos en la cadena de custodia. Con absoluta falta de sensibilidad, en lugar de que la procuradora informara primero a los familiares de Jhosivani del hallazgo y sus conclusiones, la funcionaria lo dio a conocer a la opinión pública.

Los integrantes de la EAAF dieron a la versión de la procuradora un inusual varapalo, aclarando que lo que la investigación de Innsbruck sobre los restos concluyó es que hay indicios, pero no certezas (http://goo.gl/3Fa3OS).

Anayeli, la hermana de Jhosivani, piensa que, después de tantas mentiras que les ha dicho el gobierno sobre los muchachos desaparecidos, es difícil que lo que ahora dice sea cierto. Ella; su esposo, Pedro Juárez; su papá, Margarito –al que llaman don Benito–, y su mamá, doña Martina, han buscando incansablemente al muchacho...