La jornada, 10 de diciembre de 2002
El juez Baltasar Garzón es un hombre que levanta polémica. Para unos es un desinteresado luchador contra la injusticia y el terrorismo que merece recibir el Premio Nobel de la Paz. Para otros es un dos caras que viola derechos humanos elementales y realiza su labor con exhibicionismo y maldad. En México, el proceso seguido contra el dictador Augusto Pinochet le creó una imagen de paladín de las causas justas.
Dos libros dan cuenta de los claroscuros del personaje. De un lado, en Garzón. El hombre que veía amanecer, la informadora Pilar Urbano, numeraria del Opus Dei, escribió una aduladora hagiografía de un justiciero desfacedor de entuertos históricos. Del otro, en Garzón. La otra cara, el periodista gallego afincado en Euskadi, Pepe Rei, presenta de manera crítica a un funcionario público ambicioso que auspicia malos tratos y tortura en su carrera por el poder. La parte sustantiva de este trabajo documenta más de 200 casos de tortura contra la izquierda nacionalista vasca (muchos de ellos asumidos por Amnistía Internacional), todos denunciados ante Garzón sin éxito.
La revista vasca Ardi Beltza (Oveja negra),que dirige Rei, asegura que el libro de Urbano se escribió por encargo y que el español Antonio Navalón fue el puente entre el juez y la autora.
Navalón es un intermediario comercial ligado a los más sonados escándalos de corrupción política y financiera en España, ligado al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Felipe González. Además de gran amigo de Garzón, es el hombre fuerte del grupo Prisa, editor de El País, y personaje influyente entre periodistas, medios mexicanos, e incluso en Los Pinos. Todo ello le ha servido para dar al juez publicidad y voz dentro de nuestro país.
Quienes defienden al integrante de la Audiencia Nacional aseguran que la obra de Pepe Rei está sesgada por la cuestión vasca y las detenciones que ha sufrido.
Efectivamente, el juez lo ha llevado a la cárcel en distintas ocasiones durante varios meses sin condena alguna, pero los tribunales superiores lo han puesto invariablemente en libertad.
Mas sería un error grave suponer que la severidad con que se juzga a Garzón proviene sólo del mundo abertzale. Las críticas vienen del conjunto del espectro político, así como de colegas y de personas muy cercanas al juez.
En Palacio de la injusticia Joaquín Navarro, quien durante muchos años fuera su mejor amigo, definió la garzonitis como "mezcolanza de maldad, cinismo, tosquedad mental, exhibicionismo e impotencia". Según Francisco Javier Santaella, varios años secretario general del Sindicato de la Policía Uniformada, "en el trabajo de Garzón priva la precipitación y el afán de acaparar la prensa sobre la rigurosidad de sus investigaciones"...