Globalizados del mundo, uníos

La Jornada, 10de julio de 2001

Las protestas masivas opuestas a las cumbres de organismos multilaterales no cesan. Desde la movilización contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle en 1999 no hay casi lugar del planeta en el que los funcionarios de las instituciones de Bretton Woods y de grupos como el G-8 o el ALCA no sean acosados por multitudes que los cuestionan y que practican la desobediencia civil. Washington, Melbourne, Davos, Niza, Quebec, Gotemburgo y Barcelona han sido las estaciones de paso de la nueva revuelta.

Sus protagonistas principales son jóvenes, aunque participan también obreros, ambientalistas, migrantes, feministas, promotores de un comercio justo y agricultores. Se localizan fundamentalmente en naciones desarrolladas del norte, aunque su origen inmediato se ubica en la lucha zapatista, y están presentes en países como Brasil e India. No participan en ella los grandes partidos socialdemócratas. La presencia de grupos marxistas tradicionales es, en la mayoría de los casos, poco relevante.

Se trata de un ciclo de lucha social equiparable, en muchos sentidos, al que se vivió en muchas naciones durante 1968. De un movimiento de época (de largo aliento) que está cambiando la cultura política, el sentido común y la visión de la ciudadanía de amplios sectores de la población. De una respuesta profunda a las transformaciones vividas en la economía, el Estado y los bloques de poder en el mundo, a raíz del triunfo de Margaret Thatcher en Inglaterra y de Ronald Reagan en Estados Unidos y, más adelante, de la caída del Muro de Berlín.

Las cumbres de los organismos multilaterales que buscan gobernar la globalización son el lugar en el que, como lo señaló el antiguo director de la OMC Renato Ruggiero a propósito del Acuerdo Multilateral de Inversiones, se quiere "escribir la Constitución de la economía mundializada". Allí se expresan los requerimientos legales de una nueva soberanía que busca escapar a las regulaciones (ambientales, laborales, sanitarias, antimonopolios) que la lucha obrera y ciudadana ha impuesto a los capitales en el ámbito de los Estado-nación. Es la soberanía de las multinacionales y el capital financiero.

El asedio masivo a esos encuentros, la toma de calles y plazas públicas por multitudes, el cerco simbólico al gobierno mundial de los gerentes, son el terreno en el que se expresa otra soberanía que se niega a ser avasallada: la de la gente que cree que otro mundo es posible...