La Jornada, 07 de junio de 2011
Son días de vértigo. Suena la campana. Uno, dos, tres, Felipe Calderón lanza golpes con miras a 2012. Uno: le declara la guerra a Carlos Slim. Dos: refuerza su alianza con Televisa. Tres: mete a la cárcel a Jorge Hank Rhon.
El viernes 27 de mayo el gobierno rechazó la entrada de Teléfonos de México al negocio de la televisión. La empresa –dice el gobierno– no ha ofrecido servicios de interconexión a terceros. La medida beneficia al duopolio televisivo y, muy especialmente, al negocio de Emilio Azcárraga.
El miércoles 1º de junio, la Comisión Federal de Competencia (CFC) impuso a Telmex una multa por 91.5 millones de pesos, por negarse a interconectar durante siete meses a Grupo de Telecomunicaciones Mexicanas. La sanción es producto de una investigación iniciada en 2008. Es el segundo castigo a una empresa de Carlos Slim en menos de dos meses.
Dionisio Pérez-Jácome, secretario de Comunicaciones y Transportes, se vio obligado a declarar: el gobierno no tiene nada contra Slim. No la traemos contra nadie.
Para que no queden dudas de qué se trata el asunto, a lo largo de las últimas dos semanas el presidente Calderón se placeó en actos públicos con Emilio Azcárraga. La foto es el mensaje. El mandatario pasará a la historia de las telecomunicaciones como el jefe del Ejecutivo que más prebendas y favores destinó a Televisa.
Declararle la guerra al hombre más rico de México y aliarse con uno de sus rivales sólo puede tener un objetivo: requerir sus favores. En la política y en los negocios nada es gratuito: la televisora tendrá que dar algo a cambio de las concesiones recibidas. Las elecciones de 2012 serán el momento para cobrar la factura.
Hasta ahora, Televisa ha ayudado a construir la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto. Falta ver si la sigue impulsando o la deja caer. La empresa no se distingue por ser leal a los candidatos a los que convierte temporalmente en una estrella más del Canal de las Estrellas, por más generosos patrocinadores que sean. Que diga si no Arturo Montiel, el ex gobernador del estado de México que quiso mudarse a vivir a Los Pinos, y que dejó en su puesto a Peña. En cambio, ha mostrado ser incondicional con los presidentes en turno.
No deja de ser ironía que una empresa cuyo precio en la Bolsa de Valores es de unos 159 mil millones de pesos, es decir, apenas el equivalente a 1.2 por ciento del PIB, posea la influencia que tiene en la política nacional, hasta el punto de convertirse en uno de los grandes electores. Su peso económico no tiene correspondencia con su incidencia política. Sin embargo, su influencia en la formación de la opinión pública es fundamental...