Hugo Gutiérrez Vega y la política

La Jornada, 29 de septiembre de 2015

Hugo Gutiérrez Vega tenía apenas 17 años cuando ingresó al Partido Acción Nacional en 1951. La suya fue una opción política más o menos inevitable. Nacido en Guadalajara, Jalisco, creció en Lagos de Moreno, en el seno de una familia de fuertes lazos cristeros, que perdieron sus mejores tierras por culpa de la Revolución.

Su carrera en el panismo fue exitosa. Muy pronto se convirtió en su dirigente juvenil. Tribuno brillante (en 1955 ganó un concurso de oratoria), participó en las campañas presidenciales de Efraín González Luna en 1952 y de Luis H. Álvarez en 1958. Sin embargo, cuando intentó transformar al partido y acercarlo a la democracia cristiana de América Latina, que viraba hacia la izquierda, cayó en desgracia.

En 1963, el blanquiazul, presidido por Adolfo Christlieb Ibarrola, lo expulsó de sus filas por venderse a la revolución cubana y ser comunista. A finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, Hugo y varios de sus compañeros habían cometido el grave pecado de solidarizarse con el movimiento ferrocarrilero encabezado por Demetrio Vallejo. De hecho, Gutiérrez Vega fue encarcelado, primero durante tres días y luego por otros 15, por apoyar a los rieleros.

Para no ser menos que su partido, en 1967, al salir de una representación teatral en San Juan del Río, Querétaro, Diego Fernández de Cevallos y sus hermanos lo interceptaron y le apuntaron con una escopeta, mientras Fernández de Cevallos lo agarraba a latigazos. El abogado le dijo perro y comunista, y lo acusó de haberse burlado de su padre al llamarlo porfirista y reaccionario.

No fueron estos los únicos casos de persecución en su contra por parte de la derecha más rancia. Siendo rector de la Universidad de Querétaro, los cristeros le cobraron la factura de no permitir que ésta se convirtiera en una institución religiosa. El pretexto fue la recuperación para la universidad de un patio que el cura de la parroquia de Santiago había usufructuado para su beneficio personal. Alebrestados por el sacerdote y al grito de ¡Arriba Cristo Rey, abajo los comunistas!, los fieles forzaron su caída al frente del centro de educación superior y prácticamente lo obligaron a poner pies en polvorosa.

A pesar del dolor de las ofensas sufridas, Hugo, que siempre fue un extraordinario conversador, contaba esas historias con un extraordinario sentido del humor, sin dramatismo. Así se las gastaba. Retomando al filósofo Herbert Marcuse, recomendaba: Las cosas graves se dicen en voz baja y sin adjetivos.

Personaje de novela, protagonista de mil y una aventuras, Gutiérrez Vega siguió incursionando en política a lo largo de su vida, sin ser nunca un profesional de esta actividad. Intelectual crítico, para él la buena política pertenece a lo mejor de la vida cultural, y la cultura es, sobre todas las cosas, un diálogo humano...