La jornada, 06 de noviembre de 2007
Un alto mando del Ejército Mexicano, con larga experiencia en el trato con Washington, resume en tres consejos la relación que las fuerzas armadas deben tener en la cooperación con Estados Unidos: “A los estadunidenses –dice– hay que cumplirles lo que se les ofrece, no ofrecerles lo que no se va a cumplir y no abrirles la puerta para que pasen porque si no, no se les saca nunca…”
La lección tiene como sustrato una amarga y compleja historia de forcejeo silencioso y colaboración de baja intensidad. Una historia marcada por el hecho de que el Ejército Mexicano mantiene una doctrina militar propia, atravesada por el nacionalismo.
Estas advertencias, sin embargo, las pasó por alto el gobierno mexicano en sus negociaciones con la Casa Blanca. Con el beneplácito de Los Pinos, el 22 de octubre de 2007, el presidente George W. Bush dio un paso más en su plan de correr la frontera de su país un poco más hacia el sur. O, si se quiere, avanzó en sus planes de relocalizar sus conflictos en otros territorios. La agenda de la seguridad estadunidense, su doctrina, se han convertido, más de lo que ya eran, en un asunto mexicano.
Ese día, el mandatario estadunidense pidió al Congreso un presupuesto de 550 millones de dólares como “financiamiento de emergencia para otras actividades críticas de seguridad nacional”, entre las que mencionó la “asistencia vital a nuestros socios en México y Centroamérica, quienes están trabajando para vencer a los cárteles de la droga, combatir el crimen organizado y detener el tráfico humano. Todas esas son prioridades urgentes de Estados Unidos, y el Congreso debe financiarlas sin demora”.
La partida se presentó como anexo de una propuesta por 46 mil millones de dólares para sostener las intervenciones militares en Afganistán e Irak. Un acto simbólico. Para Washington, las relaciones con México son una pieza más del rompecabezas bélico global. La guerra sigue siendo el poder constituyente desde el que quiere trazar la nueva geografía planetaria.
En un hecho que anticipa cómo se van a manejar las cosas, el anuncio de la iniciativa fue una medida unilateral, a pesar de ser un programa binacional. Durante días se habló de que los mandatarios de Estados Unidos y México darían a conocer a la opinión pública el proyecto de manera conjunta. No fue así. Finalmente fue George W. Bush quien lo difundió...