La cortina de humo

La Jornada, 17 de julio de 2007

Las explosiones en los ductos Pemex en Guanajuato y Querétaro los pasados 5 y 10 de julio no son una cortina de humo para tapar el chinogate. No son un acto terrorista. Muchos menos fueron obra de Al Qaeda.

Los atentados fueron una acción subversiva del Ejército Popular Revolucionario (EPR). Así lo reivindicó públicamente. Forman parte de una campaña nacional de hostigamiento hasta que los gobiernos de Ulises Ruiz y Felipe Calderón presenten con vida a sus militantes Edmundo Reyes Amaya y a Gabriel Alberto Cruz Sánchez, detenidos y desaparecidos en la ciudad de Oaxaca el pasado 25 de mayo.

El costo económico y político que las explosiones han tenido para el gobierno de Felipe Calderón es sumamente elevado. Las pérdidas ascienden a varios miles de millones de dólares. Decenas de empresas automotrices, de petroquímica secundaria, calzado, textiles y cerámica tuvieron que parar sus actividades durante varios días ante el desabasto de gas. Tan sólo Nissan reportó pérdidas por mil 200 millones de dólares.

Internacionalmente, la imagen del gobierno quedó muy mal parada. Durante meses hizo de la seguridad su tarjeta de presentación ante el mundo. Ahora, sus servicios de inteligencia y aparatos de seguridad quedaron en entredicho. Frente a inversionistas extranjeros y corredurías la capacidad del Ejecutivo de garantizar condiciones mínimas de seguridad está mermada.

Indudablemente, el caso Zhenli Ye Gon es un grave problema para Los Pinos y su costo será cada vez mayor. Pero la magnitud de los costos echa por tierra la suposición de que los bombazos son una cortina de humo para tapar el chinogate. Tampoco se trata de un pretexto para mantener la presencia del Ejército fuera de los cuarteles y su uso contra las protestas sociales. Con la excusa de la lucha contra el narcotráfico el Ejército ya está en la calle, no ha regresado a los cuarteles y no parece que lo vaya a hacer próximamente. Las expresiones de descontento social ya han sido criminalizadas sin tener que recurrir a un nuevo subterfugio. No en balde se encuentran en distintas cárceles más de 500 presos políticos. Pero, evidentemente, existe el riesgo de que esta situación se agrave...