La crisis de la política

La jornada, 09 de marzo de 2004.

Se acabó. La clase política mexicana agotó sus últimas reservas de credibilidad. El sistema de partidos se colapsó. Las instituciones de organización y vigilancia electoral mostraron su incapacidad para cumplir adecuadamente sus responsabilidades.

México entró de lleno en la misma senda por la que han transitado Argentina, Perú, Venezuela, Ecuador y Bolivia. Los videoescándalos han hecho crecer la tendencia mostrada durante las elecciones federales de 2003: existe creciente y profunda desconfianza de amplios sectores de la ciudadanía, con los mecanismos de representación y mediación política institucional.

Esta mezcla de malestar, incredulidad e indignación de la población hacia los políticos tradicionales no se concentra en un partido, un funcionario o un representante en especial, sino que involucra a la mayoría. Muy pocos se escapan. La corrupción mancha a casi todos.

El financiamiento irregular de la campaña presidencial de Vicente Fox, los escándalos de su administración y su incapacidad para conducir a la nación echaron a pique el mito de la eficacia y calidad empresarial. El gabinetazo ha resultado un fiasco aun para los grandes financieros.

La pretensión de Marta Sahagún de permanecer seis años más en Los Pinos, el manejo con criterios muy poco filantrópicos de los fondos recaudados por Vamos México y la utilización de recursos estatales en actividades privadas han ofendido a la opinión pública, crispado a la clase política y dañado la investidura presidencial.

El claro conflicto de intereses del senador Diego Fernández de Cevallos al litigar en contra de la Federación y en favor de intereses privados mientras se desempeña como representante popular, así como su cuantiosa e inexplicable fortuna, esfumaron la tradición de honorabilidad panista acumulada en años de oposición leal.

El escándalo del Pemexgate, el intento de Elba Esther Gordillo de entregar el PRI a los intereses de la pareja presidencial a cambio de su encumbramiento, las mil y una trampas de Roberto Madrazo en el quehacer político cotidiano, la pervivencia de las prácticas clientelares y la corrupción de sus gobiernos, han mostrado que, a pesar de su descalabro electoral, el tricolor es incorregible e irreformable...