La jornada, 08 de abril de 2003
El sentimiento de rechazo a la guerra entre la población mexicana es mucho más amplio que el movimiento por la paz. A su vez, la convergencia contra la guerra es más numerosa y extendida que las organizaciones que la impulsan. Una enorme brecha separa las iniciativas de acción a las que convocan los grupos más politizados y el resto de la sociedad. En parte es resultado, tanto del desapego que la izquierda partidaria tiene hacia asuntos internacionales como de los muchos muros que dividen a las organizaciones activas.
La izquierda política renunció a generar una cultura cosmopolita cuando alcanzó sus primeros éxitos electorales. De una tradición de solidaridad con las luchas de liberación de otras partes del mundo pasó a desarrollar un espíritu aldeano. No sentimos que nos atañe lo que sucede fuera de nuestras fronteras. Ni siquiera las grandes jornadas de protesta contra la globalización neoliberal lograron despertar interés. Sin embargo, algunas fuerzas han remado a contracorriente de esta tendencia. Destacadamente, el zapatismo ha buscado generar una conciencia internacionalista, pero su impacto ha sido reducido y aún insuficiente para remontar el amodorramiento con el que se recibió el inicio de la guerra.
Previamente a la invasión a Irak, actuaban en México varios movimientos por la paz que estuvieron activos en conflictos como el de la primera guerra del Golfo, la insurrección chiapaneca o la ofensiva militar contra Afganistán. Mas su experiencia y acervo organizativo resultaron insuficientes para encauzar el descontento social reciente.
La primera corriente que fundó este movimiento es heredera de las concepciones que dominaron al movimiento comunista internacional influido por Moscú entre la fundación de la Komiform (coordinación de partidos comunistas) en 1947 hasta la caída del Muro de Berlín. Enmarcado en la defensa del socialismo real, consideraba que su tarea fundamental consistía en luchar por la paz y la coexistencia pacífica. Participan allí militantes históricos del lombardismo, el comunismo y el nacionalismo revolucionario. Su participación en apoyo a causas como la revolución cubana o la lucha de liberación nacional palestina es relevante.
La segunda corriente surge a raíz de la rebelión zapatista y hace de la búsqueda de una paz con justicia y dignidad el centro de su acción. Está integrada por miembros de las Comunidades Eclesiales de Base, diversas ONG de promoción al desarrollo y personalidades democráticas. Dio a la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) base de sustentación.
La tercera expresión la integra un conjunto de organizaciones políticas de masas animadas por la izquierda radical, del corte del Frente Popular Francisco Villa, que ven la lucha contra la guerra como parte de su agenda antimperialista y de la reivindicación de las demandas propias...