La esquizofrenia perredista

La jornada, 11 de febrero de 2003

El PRD es un partido con graves conflictos de identidad. Surgido del encuentro entre nacionalistas revolucionarios y buena parte de la izquierda socialista, rehuyó las definiciones ideológicas sin avanzar en la construcción de una propia. Mitad partido, mitad movimiento, terminó adquiriendo los vicios de ambos: burocracia, corporativismo disfrazado y clientelismo. No ha podido institucionalizar su funcionamiento ni tampoco servir de punto de apoyo eficaz a las luchas sociales.

Promotor de una revolución democrática contra el régimen de partido de Estado, vio impotente cómo la derrota del PRI fue también la suya. A dos años de un gobierno distinto al que justificó su nacimiento, ha sido incapaz de encontrar las nuevas coordenadas para su acción política. No hay en su interior claridad sobre qué significa hoy hacer la revolución democrática. Tampoco parece ser una preocupación seria cómo frenar la revolución conservadora de Vicente Fox. Su horizonte parece limitarse a ganar elecciones a cualquier precio. Para qué, no está claro.

Los esfuerzos de una parte de su conducción y de sus afiliados para regenerar la vida política nacional se han desdibujado ante los continuos fraudes de quienes contienden en sus filas por candidaturas o puestos de dirección. La modestia en las percepciones que obtienen quienes trabajan como funcionarios en el Gobierno del Distrito Federal se desdibuja en la opinión pública ante los escandalosos gastos de las precampañas por las jefaturas delegacionales en la ciudad de México.

Desde su fundación la vida interna del PRD ha estado marcada por el escándalo y los pleitos internos. Lejos de ser el instrumento para transformar la realidad en favor de los intereses populares que alguna vez quiso ser, y a pesar del trabajo diario de muchos de sus integrantes, se ha convertido en una agencia de colocaciones para puestos públicos y de elección popular. El sello de la casa no es el cambio social, sino la adaptación al status quo.

Algunas de las iniciativas más interesantes y de mayor alcance social promovidas por gobernantes surgidos de sus filas no han sido recogidas como experiencias de gestión a replicar. En contraste, no hay en los gobiernos de Zacatecas, Tlaxcala o Baja California Sur políticas innovadoras que hayan modificado la administración pública con un sentido progresista o que estimulen la autoorganización popular.

Si, como afirma André Gorz, "el ejercicio del poder es de izquierda únicamente si produce espacios liberados del dominio, en los cuales la acción y la organización libres les permitan a los hombres, en cuanto sujetos del obrar, realizar la propia libertad en el plano individual y social", entonces no hay en la mayoría de estos gobiernos locales un ejercicio del poder de izquierda...