La jornada, 22 de octubre de 2002
La producción de alimentos es un arma clave y poderosa que Estados Unidos ha aceitado desde hace décadas. Guerra, alimentos y derechos de propiedad intelectual están estrechamente vinculados a la estrategia económica de la Casa Blanca desde los años 70. Desarrollo de la industria militar, producción masiva de granos y patentes han sido pilares de la hegemonía estadunidense en la economía mundial.
La comida es un instrumento de presión imperial. John Block, secretario de Agricultura entre 1981 y 1985, afirmó: "El esfuerzo de algunos países en vías de desarrollo para volverse autosuficientes en la producción de alimentos debe ser un recuerdo de épocas pasadas. Estos países podrían ahorrar dinero importando alimentos de Estados Unidos".
Los productos agrícolas made in USA son una de las principales mercancías de exportación de ese país. Con su mercado interno saturado está empujando, agresivamente, para abrir las fronteras a sus alimentos. Una de cada tres hectáreas se destina a cultivar productos agropecuarios para exportación. Una cuarta parte del comercio rural la realiza con otros países. Si hasta antes de 1973 los ingresos de las ventas de este sector al exterior fluctuaban en alrededor de 10 mil millones de dólares cada año, a partir de entonces escalan a un promedio anual de 60 mil millones de dólares. El éxito se basó, en mucho, en la combinación de apoyos gubernamentales a la producción y al producto para derrumbar los precios por debajo de los costos de producción, así como en abundantes subsidios a la exportación.
El presidente George W. Bush lo ratificó al firmar la Ley de Seguridad para las Granjas e Inversión Rural de 2002. "Los estadunidenses -dijo-no pueden comer todo lo que los agricultores y rancheros del país producen. Por ello tiene sentido exportar más alimentos. Hoy 25 por ciento de los ingresos agrícolas estadunidenses provienen de exportaciones, lo que significa que el acceso a los mercados exteriores es crucial para la sobrevivencia de nuestros agricultores y rancheros. Permítanme ponerlo tan sencillo como puedo: nosotros queremos vender nuestro ganado y nuestro maíz y nuestros frijoles a la gente en el mundo que necesita comer."
Con la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) el gobierno de Salinas de Gortari decidió, sin recibir nada significativo a cambio, renunciar a la soberanía alimentaria y ceder el mercado agropecuario nacional a las grandes empresas del país vecino.
Ahora, con su negativa a revisar el TLCAN y a defender la producción y los productores nacionales, el gobierno de Vicente Fox mantiene, prácticamente sin modificación, esta misma línea...