La Jornada, 02 de octubre de 2001
Los atentados terroristas del 11 de septiembre modificaron drásticamente la dinámica de las coaliciones contra la globalización neoliberal. Produjeron en sus filas el mismo efecto que provoca una pedrada en un hormiguero.
Entre Seattle y Génova el movimiento ganó adeptos y presencia en los medios de comunicación. Sus posturas se convirtieron, a pesar de su heterogeneidad, en parte de la agenda política de las instituciones multilaterales y los gobiernos de los países desarrollados. Su idea de que "otro mundo es posible" se extendió a sindicatos obreros, asociaciones ciudadanas y fuerzas políticas. Sus protestas recibieron apoyo y simpatía de muchos sectores que no participaban en ellas.
El 11 de septiembre se cerró ese ciclo de movilizaciones. La violencia terrorista provocó un vuelco en el estado de ánimo y la percepción de ciudadanos y organizaciones sociales de Estados Unidos y Europa. El marco del conflicto se modificó. Ha renacido la aprobación popular a las represalias bélicas y el racismo. En todos lados se debate el futuro inmediato como una disyuntiva entre guerra y paz.
Alrededor de la operación Libertad Perdurable se reproduce una parte de las características del modelo que las coaliciones antiglobalización rechazan. La convergencia internacional contra el terrorismo articulada por Estados Unidos prefigura una nueva gobernación mundial al margen de la ONU y de cualquier control democrático. Distintos gobiernos utilizan el momento para sacar beneficio en contra de sus disidencias. Los Estados intervienen para rescatar con fondos públicos grandes empresas privadas. Las libertades ciudadanas se han restringido. La OTAN se ha convertido en el gendarme del Imperio.
Una nueva oleada de racismo se ha desatado en Europa y Estados Unidos. Las fronteras se cerrarán aún más para los inmigrantes de las naciones pobres. Distintos medios asocian arbitrariamente el Islam con el terrorismo. Silvio Berlusconi, el jefe de Estado italiano, diciendo en público lo que otros comentan en privado, proclamó la superioridad de la civilización occidental. El influyente Wall Street Journal lo defendió, a pesar de que el mandatario tuvo que retractarse.
Las coaliciones antiglobalización han sido colocadas en una situación muy difícil. Revistas como New Republic piden su desaparición. Para las fuerzas progresistas la lucha contra la guerra y el racismo está en primer plano, pero movilizarse por ello con una aplastante opinión pública mayoritaria, que quiere venganza, es caminar cuesta arriba. Convencerla de que evitar la guerra no es apoyar el terrorismo, resulta complejo...