La historia como historieta

La jornada, 13 de mayo de 2003

Analista profundo de los problemas del campo e historiador del cómic en México, Armando Bartra parece confundir en su artículo "Lo difícil de ganar" (La Jornada, 8 y 9 de mayo de 2003) el objeto de estudio de ambos temas y, en lugar de presentar un análisis serio de una posición de la que disiente, hace de ella una caricatura.

Allí el investigador impugna algunos señalamientos que he formulado sobre el movimiento campesino y el Acuerdo Nacional para el Campo. Sin embargo, a diferencia del rigor que usualmente caracteriza sus trabajos, su escrito deforma y coloca fuera de contexto mis aseveraciones, me hace responsable de juicios que nunca he hecho e ignora las opiniones que he expresado y que invalidan sus postulados.

El centro de mi crítica al acuerdo es muy sencillo: no soluciona casi ninguna de las seis demandas enarboladas por El campo no aguanta más y, en cambio, legitima innecesariamente políticas anticampesinas del actual gobierno. Jamás rechacé la necesidad de negociar. Señalé que el movimiento podía haber acordado la resolución de algunas exigencias sin comprometerse con los puntos que son contrarios a sus intereses y su autonomía. En parte esta posición es similar a la que sostienen organizaciones que se negaron a firmar el acuerdo, como UNORCA y el Frente Democrático Campesino.

Pero Bartra no responde a esta argumentación. Cuando hablo de limitaciones, él escucha condenas. Llega incluso a afirmar, sin fundamento alguno, que la protesta rural me da coraje. Prefiere discutir con la caricatura que inventa.

No he sido, ni de lejos, el único crítico del acuerdo. Desde que se anunció fue mal recibido por muchos sectores de la opinión pública. A pesar del despliegue publicitario gubernamental, que buscó presentarlo como un nuevo pacto entre el Estado y la sociedad rural, investigadores y columnistas fueron muy severos en su valoración. Los reparos provinieron de todo el espectro político e incluyeron no sólo a los dirigentes campesinos que rechazaron el documento, sino a muchos que se adhirieron a él.

Informativamente ni siquiera mereció las ocho columnas de la mayoría de los periódicos. Menos de una semana después de la ceremonia oficial de firma, el presidente Fox se rindió a las evidencias y ante la avalancha de críticas negativas reconoció que había dejado "insatisfacciones".

Las objeciones no se centraron solamente en el resultado final de la negociación, sino en la actitud de los representantes rurales. Por ejemplo, Mauricio González, director del Grupo de Economistas y Asociados, muy poco sospechoso de radicalismo, señaló: "Sorprende que las organizaciones campesinas y agropecuarias que firmaron el acuerdo (...) hayan aceptado cuentas de vidrio a cambio de su aval a la postura oficial" (Reforma, 8/5/03)...