La jornada, 09 de julio de 2013
La maestra María Magdalena Herrera Carrillo da clases de segundo de secundaria a 12 alumnos. Su escuela es la telesecundaria Felipe Ángeles, que se encuentra en la comunidad de Las Catarinas, en el municipio de Fresnillo, Zacatecas. Sus estudiantes tienen entre 13 y 15 años. Son hijos de jornaleros agrícolas, y ellos lo son también.
Enseñar allí no es fácil. Los muchachos faltan mucho a clases. Ningún estudiante asistió a clases todo el calendario escolar. Algunos se ausentaron 22, 28 y hasta 39 días. Cuando hay trabajo abandonan la escuela. Jornalean por temporadas en la siembra y la cosecha de chile, cebolla, ajo y frijol, o dejan de atender las tareas escolares porque se van a tardear (a trabajar en el campo por la tarde).
Tampoco van cuando se ponen malos. Y se enferman mucho. En la comunidad hay una casa de salud, pero no médico ni medicinas. Hay promotoras que apenas y tienen los conocimientos sanitarios básicos pero carecen de equipo. Los jóvenes están desnutridos. Muchos tienen la piel opaca y con manchas, y el pelo quebradizo.
Su futuro académico es gris. Al terminar la secundaria, los 80 alumnos de la escuela difícilmente van a seguir estudiando. No tienen forma de hacerlo. Su vida va a seguir intacta. En el pueblo sólo 14 personas tienen estudios más allá de los básicos. En cambio, casi uno de cada 10 habitantes es analfabeto. El grado medio de escolaridad es de apenas 4.3 grados.
La realidad educativa de Las Catarinas no se explica al margen de su situación socioeconómica. El poblado tiene mil 475 habitantes. Casi todos se dedican a la agricultura. Sólo 198 están reconocidos como parte de la población económicamente activa. Sus ingresos son precarios: 27 ni siquiera ganan el salario mínimo, 123 sacan entre uno y dos, y sólo uno obtiene más de 10 salarios mínimos.
En la comunidad hay 315 viviendas, 48 con piso de tierra y 27 de una sola habitación. Sólo dos terceras partes tienen instalaciones sanitarias, aunque prácticamente todas cuentan con luz eléctrica y televisor. Sólo en tres hay computadora.
Magda nació en Huejúcar, Jalisco, en el seno de una familia numerosa. Tiene 42 años de edad y una hija. De joven emigró a Zacatecas para estudiar humanidades y filosofía en la universidad autónoma de ese estado y una maestría en educación.
La docencia es lo suyo. Tiene vocación. Para ella carece de sentido ser maestra si su labor no tiene impacto. Ha enseñado lo mismo en escuelas públicas que en privadas, como el Tec de Monterrey. Con nostalgia recuerda que allí tenía todo lo que necesitaba para enseñar historia del arte: enciclopedias, cañones, pantallas, lo que hiciera falta...