La Jornada, 14 de septiembre de 2010
El país está ambientalmente devastado. Se ha convertido en un inmenso basurero. Sus acuíferos están contaminados, muchas de sus mejores tierras erosionadas y sulfatadas, y sus bosques destruidos. Granjas industriales y minas a cielo abierto descargan sus desechos sin mayores precauciones. Grandes polos de desarrollo urbano emponzoñan los mantos freáticos y devoran las tierras de cultivo. Megaproyectos turísticos devoran playas y selvas vírgenes.
Por doquier se apilan toneladas de basuras tóxicas y no biodegradables: plásticos, baterías eléctricas, llantas, sustancias químicas nocivas y desechos industriales. Aunque hoy están prohibidos, subsisten cementerios clandestinos de askareles, sustancias altamente tóxicas y peligrosas que en el pasado se utilizaron como aislantes y refrigerantes en transformadores y equipos eléctricos. Sus efectos son crónicos, persistentes y bioacumulables. Pueden ocasionar cáncer y afectar el sistema hormonal (véase: Iván Restrepo, Askareles, riesgo latente, La Jornada, 27/6/05).
De la mano de esta crisis ambiental camina una crisis sanitaria de grandes proporciones. El surgimiento de la gripe A/H1N1 de los chiqueros industriales porcinos de Perote, Veracruz, fue apenas una alerta. Los centenares de basureros urbanos son enormes incubadoras de graves enfermedades. Los polos de desarrollo industrial desregulado son caldo de cultivo para el surgimiento de mutaciones genéticas, leucemia y anencefalia.
Con regulaciones ambientales débiles y autoridades gubernamentales corruptas, con tratados comerciales –que como parte de las ventajas comparativas ofrecen la destrucción impune del ambiente–, los grandes consorcios multinacionales tienen licencia para devastar. La entrada de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2004 dejó a México sin su principal ventaja comparativa para atraer capitales: la oferta de mano de obra barata. En los hechos, y sin declararlo públicamente, el gobierno ha ofrecido a las grandes trasnacionales una desregulación ambiental absoluta, un cerrar los ojos ante las violaciones de las leyes ecológicas existentes. Ha profundizado así una tendencia ya presente en el territorio nacional desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en 1994.
Es así como la ley federal de manejo integral de residuos sólidos es, en los hechos, letra muerta; prácticamente ningún municipio en el país cumple con los procesos de separación, reciclaje y reuso al que obliga. Simultáneamente se ha intensificado la privatización de los servicios públicos de recolección, transferencia y disposición final de basura...