Las elecciones de 2009 y la nueva clase política

La Jornada, 11 de noviembre de 2008

En el funeral de Estado organizado para Juan Camilo Muriño, el presidente Felipe Calderón recordó a su colaborador y amigo como un digno representante de una “nueva generación de políticos formados en la pluralidad y la absoluta lealtad a la democracia”.

Apenas meses atrás, Germán Martínez, presidente del Partido Acción Nacional (PAN), se había referido a Juan Camilo Muriño en los mismos términos. “Que quede muy claro –dijo Martínez–: en Acción Nacional lo respaldamos, lo hacemos con orgullo. Él es una muestra de la nueva clase política que está construyendo el país, una buena muestra de profesionalismo, de decencia pública y capacidad.”

En ese momento, el recién nombrado secretario de Gobernación era objeto de fuertes críticas por un presunto conflicto de interés: haber firmado con Pemex varios contratos, siendo simultáneamente apoderado de la empresa propiedad de su familia y funcionario público.

Calderón y sus colaboradores se han empeñado en presentarse a sí mismos y a su grupo compacto como representantes de una nueva clase política, alejada tanto de los vicios y corruptelas de los viejos políticos tradicionales como del doctrinarismo y ranciedad de una parte de sus compañeros de partido. Presumen de ser modernos, pragmáticos, sin prejuicios, joviales, deportistas, cultivados y eficaces. Y anuncian, como en su momento lo hizo José Angel Gurría, estar preparados para gobernar el país durante los próximos 30 años.

En su momento, algunos intelectuales mostraron que el equipo del Presidente estaba muy lejos de estar integrado por una nueva generación de políticos. La fina ironía de Carlos Monsiváis retrató el despropósito: “¿Qué más? Mucho más. La nueva clase política salva al país renunciando cada uno de ellos a dirigir sus 80 empresas (cifra conservadora) y salva la imagen de México renovando su apariencia personal cada 15 días, si no tienes tiempo de ir a Los Ángeles vete a comprarte tus trapitos a Polanco, anteojos oscuros sólo si no hay sol… es un chiste, Ralph Lauren…”

La lucidez habitual de historiador Lorenzo Meyer desmontó el engaño: “Si por nueva clase política simplemente se entiende que los de hoy ya no son los de ayer a causa del cambio generacional, entonces la afirmación es una obviedad. Pero si se pretende que la novedad resida en un cambio de la naturaleza de esa clase, entonces la afirmación se vuelve dudosa. Por su conducta y resultados, esa clase no es muy diferente de la que le antecedió, y justo por ello es difícil encontrar la causa del orgullo del señor Martínez”...