La Jornada, 26 de julio de 2016
El actual conflicto magisteriales un hecho inédito en la historia de los movimientos sociales en México. Y, aunque su principal promotor, la CNTE, tiene casi 37 años de vida y ha realizado múltiples jornadas de lucha, la oleada de protestas iniciada el pasado 15 de mayo no se parece a ninguna anterior.
Por principio de cuentas, su novedad radica en que, en varios estados, se ha convertido en un movimiento magisterial-popular de largo aliento. Una gran diversidad de actores sociales no sólo acompañan a los educadores en su lucha, sino que, además, están expresando su propio descontento junto a ellos.
Coinciden con los profesores en su oposición a la reforma educativa y en la defensa de la educación pública, pero, además, suman a estas reivindicaciones las iras acumuladas que fermentaban hasta ahora en silencio.
Esta convergencia va más allá de los padres de familia organizados. Los maestros de la coordinadora han encontrado aliados inesperados a su causa. Una parte de la jerarquía de la Iglesia católica no sólo insiste en que se necesita una salida negociada al conflicto; también brinda su apoyo directo a los docentes. Con menos reflectores, pero con gran eficacia, una multitud de iglesias protestantes visitan los plantones de los profesores, les llevan víveres y les brindan palabras de estímulo.
Al movimiento se han sumado también presidentes municipales y autoridades agrarias, los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos, estudiantes, artistas, académicos de universidades especializados en educación, trabajadores del sector salud, sindicalistas, intelectuales y hasta pequeños empresarios. El EZLN donó a los maestros los alimentos que había acopiado para la realización de CompArte y ha buscado dar visibilidad y animar el movimiento. Morena convocó a una movilización nacional en apoyo de los educadores.
En multitud de localidades rurales y en barrios pobres de grandes ciudades los padres de familia han rebasado a los maestros de sus hijos. Se han puesto al frente de la lucha, cerrado escuelas, enfrentado a las autoridades y leído la cartilla a los trabajadores de la educación temerosos de suspender actividades.
Otro aspecto relevante de la novedad del movimiento es su radicalidad y su confrontación directa con el mundo patronal. La derecha empresarial convirtió la educación pública en territorio de una guerra de clase abierta. Al humillar, ofender y denostar a los maestros (incluso con insultos racistas) abrió una verdadera caja de Pandora.
Los profesores han respondido golpeando los intereses patronales con grandes bloqueos humanos en carreteras, vías de ferrocarril, sucursales bancarias y grandes centros comerciales, que estrangulan transacciones financieras, comerciales y el tránsito de mercancías...