La jornada, 14 de octubre de 2003.
De la misma manera en que los habitantes de la ciudad de México respiramos -lo deseemos o no- aire con altos niveles de ozono y residuos fecales, muchos mexicanos estamos comiendo -queramos o no- alimentos elaborados con maíz genéticamente modificado. Una investigación efectuada por varias comunidades indígenas y campesinas y centros de promoción al desarrollo, dada a conocer el pasado 9 de octubre, muestra que la contaminación transgénica de nuestro grano básico es mucho más grave de lo estimado.
No resulta extraño si vemos, tal como denunció Greenpeace, que tan sólo en las últimas tres semanas entraron al país, infringiendo el Acuerdo de Cartagena, 130 mil toneladas de semillas genéticamente modificadas provenientes de Estados Unidos. Y menos aún si se tiene en cuenta que Alfonso Romo, uno de los principales financiadores de la campaña de Vicente Fox, es dueño de la principal empresa productora de semillas genéticamente modificadas en México, y que varias de las compañías que elaboran el maíz transgénico o lo comercializan (Monsanto y Cargill) tienen excelentes relaciones con su gobierno y son beneficiarias de subsidios gubernamentales destinados a la agricultura.
Los análisis del estudio fueron realizados sobre más de 2 mil plantas, provenientes de 138 comunidades campesinas e indígenas. En 33 comunidades (24 por ciento del total muestreado) de nueve estados (Chihuahua, Morelos, Durango, estado de México, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz) hubo presencia de genes modificados en el maíz nativo.
En ellos se encontró contaminación coincidente con la proteína Bt-Cry9c, que identifica el maíz Starlink, de la empresa Aventis (de Bayer), prohibido para consumo humano en Estados Unidos. También se hallaron cepas de bacillus thuringiensis (Bt) -utilizada para la semilla transgénica Bt, entre otras por las empresas Monsanto y Novartis (de Syngenta)-y presencia de la proteína CP4-EPSPS de Monsanto, que indica plantas con resistencia a herbicidas. Las plantas en varias comunidades contenían dos, tres y hasta cuatro transgénicos diferentes en forma concomitante. Ello muestra que la contaminación tiene muchos años y que, si incorporó todo estos sucesos diferentes en su genoma, es porque se ha estado cruzando por muchas generaciones.
El problema tiene dimensiones alarmantes. En todas las comunidades que participaron en estos diagnósticos se practica agricultura campesina, usando mano de obra familiar y pocos o nulos insumos químicos. El grano se destina principalmente al autoconsumo y se siembra en parcelas de entre una y dos hectáreas, a partir de semilla nativa propia.
A pesar de que desde hace más de dos años el gobierno sabe de la contaminación, no ha hecho nada eficaz ni para saber la magnitud del problema ni para detener las fuentes de contaminación. Los únicos estudios que se han dado a conocer al público -antes de la divulgación de éste-son los encargados por el INE-Conabio (Instituto de Ecología-Comisión Nacional para la Biodiversidad) en septiembre de 2001 y en diciembre de 2002. Siguen sin darse a conocer públicamente los resultados de las investigaciones realizadas por la Sagarpa y el INIFAP...