Mancera y la izquierda

La Jornada, 14 de enero de 2014

Con Miguel Ángel Mancera pasa lo mismo que con esos elevadores que, cuando abren sus puertas, uno no sabe si suben o bajan. A pesar de que ganó las elecciones como parte de una coalición de partidos de izquierda, su afán por llevarla bien con el gobierno federal es tan grande que, en lugar de comportarse como el alcalde de la ciudad más progresista del país, lo hace como si fuera un político descafeinado.

Aunque en los comicios obtuvo más de 60 por ciento de los votos, en mucho como producto del deseo de la ciudadanía capitalina de tener un contrapeso al regreso del PRI a Los Pinos, Mancera se ha mimetizado con el gobierno federal. No sucedió lo mismo con sus antecesores. Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard fueron claros opositores de Vicente Fox y Felipe Calderón. Sin embargo, el actual gobernante de la ciudad de México no lo es de Enrique Peña Nieto.

Es cierto que ha conservado conquistas sociales como la pensión universal a los adultos mayores, el derecho a suspender el embarazo y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Sin embargo, son muy graves los retrocesos de su administración en el terreno del respeto a las libertades públicas, el incremento al precio del sistema de transporte colectivo y el manejo que ha hecho de los conflictos sociales en los medios masivos de comunicación.

Los efectos de esta política están a la vista. Mientras se destacan miles de policías para encapsular manifestaciones e impedir protestas en el Zócalo, la inseguridad pública en la ciudad crece. Los expedientes filtrados a la prensa sobre los supuestos dirigentes del movimiento contra el alza en el costo del Metro, la invención de supuestas mesas de trabajo con grupos inconformes y la minimización de la protesta retraen a la metrópoli a las peores prácticas del priísmo.

Durante 2013, Mancera apostó a que su relación con Miguel Osorio Chong le proporcionara un margen de maniobra suficiente para proyectarse políticamente y para prescindir de las tribus perredistas. Sin contar con base social real, se hizo del control de los órganos de poder político y representación en la ciudad de México. Es el primer jefe de Gobierno de izquierda que controla simultáneamente la administración pública, el PRD en el DF y la Asamblea Legislativa. Ni Cárdenas, ni AMLO ni Ebrard lo hicieron. Esta concentración de poder le ha creado muchos enemigos dentro de sus filas amigas.

Hasta ahora, la gran apuesta política de Mancera, la de realizar una reforma política para la ciudad de México, ha resultado un fracaso. Aunque la estrategia que siguió para aprobarla, absolutamente atada al destino del Pacto por México, naufragó, no ha hecho autocrítica alguna...