La Jornada, 14 de noviembre de 2017
La campaña de María de Jesús Patricio, Marichuy, para conseguir las firmas necesarias para registrar su candidatura a la Presidencia contrasta con la del resto de los aspirantes no sólo por ser quien es, sino por lo que hace cada día.
Las imágenes hablan por sí solas. Mientras personajes como Margarita Zavala o Jaime Rodríguez, El Bronco, convocan a sus adherentes a sumarse a sus filas desde plazas públicas vacías, Marichuy comenzó en territorio zapatista su recorrido para conseguir las firmas necesarias, cobijada por decenas de miles de indígenas. Los Pedro Ferriz y anexos son coroneles autonombrados (y una coronela) a la búsqueda de tropa; en cambio, Marichuy es la representante genuina de una fuerza político-social fuertemente implantada en todo el país, organizando a quienes resisten.
En su recorrido por Chiapas, María de Jesús Patricio estuvo rodeada de mujeres. En un hecho inusitado en la política nacional, fueron mujeres las que le dieron la bienvenida, hablaron en los mítines, fungieron como maestras de ceremonias y concurrieron masivamente a las movilizaciones. En cambio, el sello de la propuesta política del resto de los aspirantes (incluida la de la esposa del ex presidente Felipe Calderón) es fundamentalmente masculina.
Si los viejos políticos que hoy se disfrazan de ciudadanos disponen de cuantiosos recursos económicos que les permiten adquirir sofisticados equipos telefónicos y de cómputo, contratar publicistas y asesores en imagen y emplear personal asalariado para recoger firmas, Marichuy hace su labor con voluntarios (en su inmensa mayoría jóvenes) que no reciben un centavo por su labor, carecen de infraestructura y de dinero para trasladarse.
Entre tanto, los prófugos de PAN, PRI y PRD buscan con desesperación las luces de los grandes medios de comunicación y no se mueven de las urbes, Marichuy recorre el México profundo hilando, con la paciencia y el oficio de las bordadoras, el tejido asociativo de las resistencias.
Lejos de la apacible tranquilidad de quienes apuestan casi todo a los amarres por arriba y a la eficacia de sus equipos de profesionales electorales, la campaña de la vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) camina, como una bola de nieve que crece conforme rueda, improvisando sobre la marcha y sumando adhesiones insospechadas.
Marichuy no es gran oradora. No es histriónica. No se exalta. En ocasiones hasta puede parecer anticlimática. Sus discursos son como una charla ante compañeros o amigos. No pretende desatar pasiones. No busca enardecer a las multitudes. Sin embargo, cuando habla deja en ellas su huella: las conmueve y moviliza...