La jornada, 10 de septiembre de 2002
El 11 de septiembre cerró en casi todo el mundo los espacios democráticos y redujo los derechos civiles. En el nombre de la lucha contra el terrorismo los gobiernos han ajustado cuentas con las oposiciones internas que se resisten a hacer de la política institucional el único terreno de su acción.
En México, por otras razones pero con el mismo espíritu, la Suprema Corte de Justicia rechazó las controversias constitucionales presentadas por más de 300 pueblos indígenas en contra de la reforma sobre derechos y cultura indígenas aprobada por el Congreso. Con esta decisión los tres poderes que integran el Estado mexicano le cerraron así la puerta a los pueblos originarios.
Si bien los indígenas son una de las víctimas más notables de la ola de derechización provocada por el 11 de septiembre, están lejos de ser las únicas. Entre las bajas más evidentes se encuentra una política exterior no alineada. La diplomacia mexicana es hoy mucho más cercana a los intereses de Washington de lo que estuvo con el PRI. En asuntos como el de las relaciones con Cuba, México se ha alineado a los intereses estadunidenses con verdadera convicción. Lejos de cuestionar el unilateralismo de la Casa Blanca, nuestro país lo ha aceptado prácticamente sin condiciones.
Ciertamente, este acercamiento no es producto exclusivo de los cambios surgidos en el mundo a raíz del ataque a las Torres Gemelas, pero los nuevos tiempos la han hecho aparecer como más natural. Entre los gobiernos conservadores y gerenciales de George W. Bush y Vicente Fox hay una identidad de largo aliento que se habría hecho patente en cualquier circunstancia, pero la nueva coyuntura internacional le ha dado a esta cercanía mayor legitimidad. El canciller Jorge G. Castañeda ha hecho de la subordinación a la política de Washington un instrumento para labrar su poder en México, pero el nuevo papel desempeñado por nuestros vecinos del norte le ha facilitado las cosas.
El ataque a las Torres Gemelas canceló la posibilidad de pactar un nuevo acuerdo migratorio con Estados Unidos, endureció las medidas policiacas en contra de los mexicanos que cruzan sin papeles la frontera y provocó graves problemas de tránsito y calidad de vida entre Tijuana y Matamoros. Tan sólo en los primeros seis meses de este año han muerto 175 migrantes mexicanos, contra 134 que fallecieron el año pasado. En 2001 el número de indocumentados detenidos fue 21 por ciento superior al de 1994, fecha en que se inaugura el operativo Guardián...