Migración y guerra contra el terrorismo

La jornada, 20 de diciembre de 2005

En la fotografía publicada por la prensa nacional el pasado 30 de noviembre, George W. Bush, el presidente de Estados Unidos, viste una chamarra de la Patrulla Fronteriza, hecha en México. Lo acompañan Rick Perry, el gobernador de Texas, y varios agentes. A sus espaldas puede verse un vehículo policial y la barda que separa la frontera en la ciudad de El Paso.

La imagen semeja las instantáneas que el mandatario estadunidense se toma cuando visita a sus tropas en Irak, en fechas como el Día de Acción de Gracias, mostrando un guajolote de utilería. Al menos el mensaje que ambas transmiten es el mismo: el del comandante supremo de las fuerzas armadas pasando revista a sus hombres en el campo de batalla.

La lucha contra la inmigración indocumentada se ha convertido para la Casa Blanca, pero también para el Capitolio, en un frente más de la guerra contra el terrorismo. En la versión renovada del conflicto de las civilizaciones la amenaza hispana se ha habilitado como un capítulo anexo de la cruzada contra el Islam. La xenofobia, es sabido, es una formidable herramienta de movilización de masas de la derecha.

Hace menos de un mes Bush describió la frontera con México como "peligrosa" y anunció la construcción de un nuevo muro. "Tenemos una cerca -dijo-, pero vamos a tener una valla virtual cuando traigamos tecnología y los mejores agentes para custodiar la frontera, por la que lo mismo cruzan almas inocentes que sólo vienen a buscar trabajo, que gente que busca pasar drogas."

Para levantar ese nuevo muro Washington gastará 139 millones de dólares. Aviones no pilotados, cámaras infrarrojas y 12 mil 500 agentes fronterizos vigilarán el territorio del país de la Estatua de la Libertad. Una barrera de 12 kilómetros se construirá sólo cerca de la ciudad de San Diego y otras ciudades se protegerán con mallas.

Apenas el viernes pasado la Cámara de Representantes de Estados Unidos votó, con el apoyo de la Casa Blanca, un proyecto de ley que considera un crimen vivir en ese país sin la documentación adecuada -situación en la que se encuentran 11 millones de personas-, ordena construir bardas de más de mil kilómetros en la frontera de México y rechaza cualquier propuesta de legalizar la estadía de estos trabajadores.

El mandatario y los legisladores hablaron así a sus bases más conservadoras. La última encuesta de Gallup señaló que 63 por ciento de estadunidenses se oponen a las propuestas para permitir que indocumentados soliciten visas de trabajo. Echaron, de paso, una palada de tierra, a asuntos más espinosos en la opinión pública, como el fracaso de la invasión a Irak y el pésimo manejo de la reconstrucción de Nueva Orleáns después del paso del huracán Katrina...