La Jornada, 29 de septiembre de 2009
Como uno más entre el público, Enrique González Rojo se sentó el pasado 14 de julio en una silla del Club de Periodistas de la ciudad de México. Sencillo como siempre, llegó temprano al acto en solidaridad con Honduras y saludó a sus amigos. Escuchó a los oradores con atención y respeto. Al terminar el acto, se retiró discretamente.
No hubo en ello novedad alguna. Poeta varias veces laureado, filósofo dotado de un pensamiento crítico genuino y profundo, profesor universitario formador de varias generaciones de estudiantes y militante de izquierda comprometido y consecuente, González Rojo es un hombre afable y modesto. Por si fuera poco, está dotado de un extraordinario sentido del humor y sabe hacer reír a las mujeres.
Su atuendo es siempre el mismo, así hable frente a un grupo de obreros, explique su concepción del partido político de izquierda a una comunidad rural o lea uno de sus poemas en un encuentro de intelectuales. Así sea en el calor desbordante de la selva chiapaneca, que en el frío invierno zacatecano o en el caprichoso clima de la jungla de asfalto capitalina, viste de traje, corbata y chaleco.
Hijo y nieto de poetas notables, González Rojo nació el 5 de octubre de 1928 en la ciudad de México. Creció rodeado de libros. Ha dedicado su vida y su obra a “la tremenda tarea de deletrear el infinito”, practicándolo. Trabajador inagotable, ha publicado más de 30 libros sobre poesía, narrativa y ensayo y, al menos, otros 15 de filosofía. A unos días de cumplir 81 años, sigue escribiendo todos los días.
Como estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras tomó conciencia de la posición filosófica que asumiría posteriormente. De joven, antes de llegar a la UNAM, estudió filosofía clásica alemana, en general, y a Kant y Hegel, en particular. Después se interesó en el existencialismo de Soren Kierkegaard y en Jean-Paul Sartre. Ya en la facultad, bajo la influencia de Elí de Gortari y Wenceslao Roces, descubrió el marxismo. Modificó así su concepción de vida. Tiempo después desempeñó un papel central en la divulgación de la obra de Louis Althusser en México. De las abstracciones de la filosofía alemana pasó a interesarse en la problemática del individuo y luego en la conflictiva social.
En 1955 se integró al Partido Comunista Mexicano (PCM). Fue adscrito a la célula Carlos Marx, inicialmente integrada por Joaquín Sánchez Macgregor, Eduardo Lizalde y él. Seis meses más tarde ingresó a ella José Revueltas. Es una etapa de crisis, descomposición y lucha interna, en la que participa activamente...