Raúl Álvarez Garín: la referencia indispensable

La Jornada, 06 de agosto de 2013

Raúl Álvarez Garín es uno de los personajes más emblemáticos del movimiento estudiantil-popular de 1968. Durante el conflicto tuvo una enorme influencia en la conducción del Consejo Nacional de Huelga. Preso en Lecumberri durante dos años y siete meses, desempeñó un papel central en atenuar los efectos degradantes de la vida en la cárcel y fomentar a su interior un ambiente de estudio organizado. Años más tarde, su reflexión sobre los acontecimientos fue central para esclarecer lo sucedido. Con mucho, su trayectoria política encarna las aspiraciones y convicciones de la generación que protagonizó esa protesta.

“El 68 –escribió Carlos Monsiváis en La tradición de la resistencia– es el fenómeno más significativo de la historia de México en la segunda mitad del siglo XX”. Para muchos jóvenes, esa fecha fue su bautizo de fuego en el mundo de una política distinta. Hasta ese momento, política era, en lo esencial, sinónimo de transa, corrupción, componenda y manipulación.

Pero el movimiento dio a esa actividad un nuevo sentido de honradez, dignidad y verticalidad, de compromisos con causas colectivas. Raúl Álvarez ha mantenido a lo largo de todos estos años esos valores. Él es un político de convicciones morales.

Nacido en 1941, militante de izquierda desde su adolescencia, integrante de la Juventud Comunista, con la que rompió antes del estallido de 68, animador infatigable de la izquierda revolucionaria, Álvarez Garín es un hombre coherente. Ya lo era cuando con 27 años de edad se encontró en la cresta del descontento estudiantil del 68, había pasado por la Facultad de Ciencias de la UNAM y cursaba el tramo final de la licenciatura en físico-matemáticas en el IPN. Lo ha seguido siendo hasta nuestros días. Crítico implacable del poder, ha navegado toda su vida contra la corriente, apostado siempre a los movimientos sociales para transformar el país.

Su formación política inicial estuvo marcada por el activismo estudiantil, la influencia de la revolución cubana y su crítica a los partidos comunistas y las discusiones ideológicas promovidas por las organizaciones revolucionarias que surgieron en el país. Simultáneamente tímido y hosco, formal y responsable, desarrolló grandes dotes como organizador.

Ante asambleas y grupos, Raúl habla pausadamente, con sencillez y autoridad. Así lo ha hecho durante décadas. En sus intervenciones políticas busca explicar el significado de los hechos, los alcances de las acciones. Es simultáneamente estratega y pedagogo. De manera directa da contexto y problematiza el alcance de las posiciones a debate. Su lenguaje es comprensible, ajeno a la jerga marxista aunque profundamente influido por esta teoría...