Reforma educativa: fracaso anunciado

La Jornada, 18 de diciembre de 2012

La reforma educativa presentada por Enrique Peña Nieto al Congreso de la Unión ha sido calificada como el “quinazo del siglo XXI” y como la panacea de los males pedagógicos del país. Con ella –se dice– se erosionará el poder de Elba Esther Gordillo en la enseñanza y mejorará la calidad del sistema de educación público.

Nada de eso es cierto. Ni existe un conflicto de fondo entre la profesora Gordillo y el Presidente de la República, ni los cambios legales que se proponen solucionarán los problemas de la enseñanza. Ni el poder de la lideresa vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) está en entredicho, ni la reforma es la medicina para curar los males pedagógicos del país.

Para que quede claro que no hay pleito, Elba Esther mandó a decir, por boca de Juan Díaz de la Torre, el secretario general del SNTE, que respalda la iniciativa de reforma educativa del Presidente, porque seguiremos siendo un aliado del Estado mexicano. Más claro, ni el lodo.

Que no hay ruptura entre ellos lo muestran, también, las posiciones que dentro del nuevo gabinete cosechó la lideresa vitalicia: Emilio Zebadúa, su candidato a gobernador en Chiapas hace seis años y Presidente de la Fundación SNTE, fue designado oficial mayor de Sedeso. José Reyes Baeza, ex gobernador de Chihuahua, fue nombrado director del Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.

A quienes hablan de quinazo les haría bien asomarse un poco a la historia. Desde que, en 1989, Elba Esther fue elegida por Carlos Salinas como dirigente nacional del sindicato de maestros, ella no ha tenido empacho alguno para sumarse a todas las reformas educativas y de los sistemas de seguridad social, promovidas por los gobiernos en turno, sin importarle si afectaban derechos laborales o si no servían para mejorar la enseñanza. Nunca les ha puesto reparos. Su única condición para apoyarlas ha sido mantenerse como la única interlocutora entre los profesores del sistema de educación pública y el gobierno, lo quieran o no los docentes a los que dice representar. A ella no le interesa la educación, le importa su poder. La reforma de Peña Nieto no es la excepción.

Las distintas reformas educativas aplicadas a lo largo de las pasadas cinco décadas no han afectado para nada la fuerza de los líderes sindicales corruptos dentro del ámbito institucional. Así sucedió en 1983 con la tan pretenciosa como fallida revolución educativa de Jesús Reyes Heroles, con la que se buscó aplicar racional eutanasia a lo que está incurablemente enfermo, y así pasó con la Alianza por la Calidad Educativa (ACE) de Felipe Calderón...