La Jornada, 24 de junio de 2008
Se la robaron. La efigie de Salvador Allende desapareció de su sitio, ciudad Sahagún, Hidalgo, en noviembre del año pasado. Del monumento que en su honor levantaron los obreros del Combinado Industrial Sahagún, el 26 de octubre de 1973, sólo queda una placa conmemorativa con la inscripción: “Inmolado por la causa de la justicia social”.
El durante años poderoso corredor fabril del altiplano de Hidalgo, símbolo de la voluntad nacional por forjar una industria propia, es hoy un cementerio industrial. En la zona, el recuerdo de Salvador Allende fue desapareciendo entre los obreros desempleados y sus familias. Sobreviven, sí, con el nombre del mandatario chileno, la escuela preparatoria ubicada en el Valle de Guadalupe y una colonia.
Varios barrios y poblados por todo México han sido bautizados como Salvador Allende. Hay localidades con ese nombre en Nacajuca, Tabasco; en Durango, Durango; en Temache, Veracruz; yen Ocosingo, Chiapas. En Memoria del fuego, Eduardo Galeano narra cómo una comunidad wixarrika se llamó a sí misma como el médico sudamericano, después de la lectura colectiva de un libro sobre su vida.
También se dio ese nombre a una calle en Torreón, Coahuila, y a otra de la colonia Rubén Jaramillo, en Morelos, a un auditorio en la Universidad de Guadalajara, a multitud de establecimientos educativos, casas de estudiantes, asociaciones civiles y culturales, e inclusive a la Cátedra Latinoamericana de Medicina Social.
Como hicieron diversos compositores en América Latina, el cantautor mexicano Óscar Chávez le escribió una canción que en una de sus estrofas dice: “Compañero Salvador/Allende el niño Allende el hombre/ tú regresarás en cada nombre/ de pena en pena en pena / de uno en uno en dos ha de vivir tu voz patria chilena”. Durante años, innumerables grupos de música folclórica interpretaron, en peñas y festivales, todo tipo de piezas dedicadas al mandatario caído.
Que Salvador Allende haya penetrado tan firmemente en la nomenclatura mexicana no es casual. Su influencia en la sociedad y la política mexicanas fue muy relevante. Se dejó sentir tanto en los más altos niveles del gobierno federal como en la Iglesia católica, en sindicatos, movimientos estudiantiles, partidos políticos y organizaciones armadas...