La Jornada, 15 de abril de 2008
Rafael Correa, presidente de Ecuador, dijo al mandatario mexicano Felipe Calderón: “ser de derecha ya pasó de moda en América Latina”. La afirmación del ecuatoriano no es una frase de ocasión. Efectivamente hay un vuelco importante en la orientación política de los gobiernos de la región.
Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay, Brasil y Argentina muestran que los vientos soplan en dirección hacia la izquierda. El posible triunfo del ex obispo católico Fernando Lugo en los próximos comicios del 20 de abril en Paraguay, que pondría fin a más de 60 años de dominio del Partido Colorado, confirma esta tendencia.
Por supuesto, está a discusión el sentido y el alcance de las transformaciones políticas y sociales emprendidas por esa izquierda y su relación con los movimientos populares, que en muchas ocasiones se encuentran detrás de sus victorias electorales. Sin embargo, en la mayoría de los casos estos gobiernos han dado marcha atrás o frenado las privatizaciones rapaces que sus bienes naturales y servicios públicos sufrieron durante los años 90. La soberanía nacional sobre los recursos naturales es uno de los ejes.
Con el nuevo siglo, uno de los elementos centrales de las nuevas políticas de estos gobiernos ha sido la renegociación de los contratos firmados por gobiernos de derecha con las empresas petroleras trasnacionales. Con la expansión de las explotaciones de gas y los precios del oro negro al alza, los estados han decidido cambiar las reglas del juego. El precio del petróleo prácticamente se ha duplicado en los pasados tres años.
Hace tres décadas el nacionalismo petrolero alcanzó su cenit después del alza en el precio del crudo de 1973. En los 80 comenzó su repliegue. Desde hace ocho años ha resurgido. Los gobiernos de economías de hidrocarburos han ampliado y profundizado su control en la producción y explotación del gas y el petróleo.
La desconfianza en las grandes potencias, la importancia del petróleo en la generación de ingresos y el descontento con los resultados de las grandes empresas y los desfavorables contratos firmados con ellas son algunas de las causas que explican la nueva dirección en la que se mueve el intervencionismo estatal en el sector. El petróleo es una herramienta formidable para alcanzar la independencia económica o para profundizar la dependencia hacia las metrópolis...