La Jornada, 01 de junio de 2021
“Que seamos hijas de campesinos no les da derecho a que nos traten como nos tratan –dice indignada la vocera de la Escuela Normal Rural Carmen Serdán, de Teteles, Puebla, a las autoridades gubernamentales–. No somos ignorantes. A eso venimos, a prepararnos. A nuestros padres no les alcanzó el recurso para mandarnos a otras instituciones.”
La estudiante carga sobre sus hombros el dolor y el luto por la trágica muerte de sus compañeras, la poblana Mónica Paola, de 22 años, y la guerrerense Iris Yaretzy, de 21. Y el enojo por el desdén con que han sido tratadas. Vestida con el uniforme deportivo de su escuela, tenis incluidos, impecablemente peinada, con el cubrebocas en el rostro, rodeada de sus compañeras y con padres de familia cubriendo sus espaldas como muestra de solidaridad a sus reclamos, sentencia: “Pedimos de la manera más atenta al gobierno que ya no sea incompetente. Que resuelva nuestra problemática” (https://bit.ly/3oZHpoY).
Teteles, una de las 17 normales rurales que sobreviven en el país, internado donde estudian exclusivamente mujeres, sede actual de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), fundada de 1935, está convulsionada. Sus estudiantes se han movilizado y demandan a las autoridades la solución de un pliego petitorio, en que se incluyen acuerdos incumplidos por el gobierno estatal desde que fueron pactados en octubre de 2013.
Lo que hoy es la Normal Rural Carmen Serdán, se fundó en 1932 en Tlatlahuqui, Puebla, con una “cartilla de divulgación socialista”, para enseñar a leer y difundir conceptos como plusvalía, lucha de clases y explotación, antes de que se instaurara la educación socialista en el país. No duró mucho en esa comunidad. Desalentadas por el fanatismo clerical de Tlatlauqui –escribe Mary Kay Vaughan, en el extraordinario libro La política cultural en la Revolución. Maestros, campesinos y escuelas en México, 1930-1940–, las autoridades educativas se llevaron la normal a Xochiapulco.
Al frente de la nueva institución estuvo un educador excepcional: Raúl Isidro Burgos. Zapatista, arquitecto de la escuela revolucionaria mexicana, actor clave en la consolidación de normales rurales en Chiapas y Guerrero (Ayotzinapa), vestido de manta y huaraches, donador de su salario a escuelas y pobres, levantó de la nada, junto a sus alumnos y campesinos, las aulas y los huertos de la nueva normal. Su simiente rindió frutos. Cada mañana al despertar, los alumnos interpretaban La internacional. Al poco tiempo, junto a los vecinos, haciendo realidad la reforma agraria, recuperaron tierras de las haciendas de la familia Masip.
Como espada de Damocles sobre su cabeza, la Carmen Serdán ha vivido con la amenaza permanente del cierre. A pesar de la resistencia de los habitantes de Xochiapulco, fue trasladada a Hueyapan y, en 1961, a Teteles. En esta comunidad, en medio de grandes penurias, sin dormitorios ni talleres, durmiendo en catres, con raciones precarias, 37 alumnas comenzaron sus estudios...