La Jornada, 01 de septiembre de 2015
Una ruta invisible une los poco más de 170 kilómetros que separan Tlapa de Comonfort y la antigua Hacienda de Ayotzinapa, en Tixtla de Guerrero. A través de ella circulan el dolor compartido, la solidaridad genuina y el acompañamiento desinteresado de dos comunidades que se han hecho una sola: la que se articula alrededor del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan y la que forma la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos.
Las dos comunidades tienen una larga historia tras de sí. Tlachinollan nació en 1993, en un modesto cuarto de hotel en Tlapa, con el objetivo de sembrar justicia comunitaria (http://goo.gl/CbiMZa) en la Montaña de Guerrero. La normal de Ayotzinapa fue creada el 2 de marzo de 1926 en la ciudad de Tixtla, en un local precario, lleno de carencias, en el que 27 alumnos, sentados en cajones de madera y bancos de trabajo, comenzaron a tomar clases para convertirse en maestros rurales.
El nombre de ambas apela a sus raíces. Tlachinollan significa lugar de los campos quemados, y es un centro que defiende los derechos humanos en la región. En náhuatl, Ayotzinapa quiere decir sitio de tortugas, y es una institución formadora de profesores para pobres del campo.
El logotipo de Tlachinollan está formado por dos imágenes: una representación de una montaña y una figura antropomorfa. Ambas representaciones están inspiradas en partes del Códice Azoyú 1,que narra la historia del reino de Tlachinollan entre los años 1300 y 1565 de nuestra era, parte del grupo de documentos conocidos como Códices Tlapanecas. En la segunda figura de forma humana aparece un Teuhtli (gobernante) que sostiene con la mano derecha el bastón de mando, símbolo de la justicia indígena, que representa el poder jurídico. Con la mano izquierda sujeta un recipiente de cuero lleno de copal, que simboliza el poder religioso.
El símbolo de la Normal Rural es una tortuga. Este reptil –señala el arqueólogo Tomás Pérez Suárez– es un eje del mundo en muchas culturas de Mesoamérica. Su caparazón está asociado con la bóveda celeste, mientras que su peto se vincula ala parte terrestre. El animal en medio de la concha es el eje que comunica el cielo con la tierra. Por ello es considerado un comunicador con los dioses.
Esta apelación a los signos de identidad nacidos de los pueblos originarios no es retórica. La labor de Tlachinollan está estrechamente ligada a la resistencia de los pueblos indígenas de la Montaña. Alrededor de la cuarta parte de los estudiantes de Ayotzinapa son indígenas y muchos de sus egresados enseñan en comunidades originarias...