La Jornada, 23 de febrero de 2016
De joven, Umberto Eco quiso ser periodista, pero al entrar a la Universidad de Turín en 1954 decidió estudiar filosofía. Sus padres pensaban que eso de ser reportero no era muy serio. De niño había soñado con manejar un tranvía y con ser soldado.
No importó que no estudiara periodismo, porque igual fue periodista de opinión a lo largo de su vida, reflexionó a profundidad sobre las dificultades y retos del oficio, y hasta escribió una novela sobre la prensa.
Las columnas periodísticas de Eco, deslumbrantes ensayos cortos, se publicaron en una diversidad de diarios y semanarios. Escritas en un estilo directo y mordaz, antisolemnes, analizan lo cotidiano, buscando –según él–poner en práctica lo que Roland Barthes llamaba el olfato semiológico: captar el sentido de los acontecimientos donde otros sólo encuentran hechos, e identificar mensajes donde algunos no ven más que cosas.
Sus artículos desentrañan con viveza y originalidad hechos políticos trascendentes, espectáculos, modas, deportes, tendencias sociales y la naturaleza y conflictos que viven los medios de comunicación. Más aún: son, con frecuencia, un ejercicio de crítica del cuarto poder desde el periodismo, una elección política.
Para Eco, la objetividad periodística es un mito. Como señaló en su ensayo Información, consenso y disenso, escrito en 1979: Un diario hace interpretación no sólo cuando mezcla un comentario con una noticia, sino también cuando elige cómo poner en página el artículo, cómo titularlo, cómo acompañarlo de fotografías, cómo conectarlo con otro artículo que habla de otro hecho; y sobre todo un diario hace interpretación cuando decide qué noticias dar.
El periodista –según él– no tiene el deber de la objetividad, sino el de ofrecer un testimonio haciendo explícito lo que piensa. Debe advertir al lector que lo que dice no es la verdad, sino su verdad, una entre otras posibles.
Y es que, de acuerdo con el filósofo, no son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias, y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta.
Para Eco, los periódicos son hoy el diario íntimo del intelectual y le permiten escribir cartas privadas muy públicas. Él ve sus colaboraciones en la gran prensa como un instrumento de pensamiento coyuntural, como un medio en el que los hechos se utilizan para aventurar hipótesis que son valoradas por los lectores, como un intento de proponer muchas soluciones de manera simultánea.
De acuerdo con el semiólogo, escribir en el periódico es una forma de hacer política. El intelectual –asegura– hace política con su discurso, aunque no sea éste el único medio para efectuarla. A través del periódico apuesta a incidir en la esfera pública en lo cotidiano, y a hablar cuando siente el deber moral de hacerlo...