La Jornada, 05 de junio de 2007
A confesión de parte, relevo de pruebas. El 11 de abril de 2002, unos cuantos días después del fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez, el vicealmirante Víctor Ramírez Pérez, uno de los organizadores de la conspiración, declaró a la cadena Venevisión: "nosotros contábamos con un arma mortal: los medios". No mintió. Los medios de comunicación desempeñaron un papel fundamental en la aventura golpista. Y lo siguieron teniendo después, al alentar el paro petrolero de 2002-2003 y el referendo revocatorio para tratar de destituir al presidente electo en 2004.
Ante una oposición partidaria pulverizada, enfrentada entre sí y con pésima reputación, los medios de comunicación, principalmente los electrónicos, han asumido el papel de organización ideológica dirigente de la coalición antichavista, esto es, de suprapartido político. Los dueños de los consorcios informativos y de entretenimiento, sus creativos y publicistas elaboran plataformas políticas y campañas, construyen el discurso para enfrentar al presidente, movilizan a la población en su contra y escogen a los líderes opositores.
Son ellos quienes deciden cuáles personajes aparecen ante la opinión pública como los representantes opositores. Basta con que sus noticieros y mesas de análisis político los presenten como tales, bloqueando el acceso a la televisión y la radio de quienes resultan inconvenientes, aun si pertenecen a sus mismas filas.
Las grandes cadenas de televisión y sus audiencias han sustituido así la clásica relación entre partidos, afiliados y votantes, creando un nuevo modelo de representación política, no sólo al margen de las instituciones, sino en su contra. Se han convertido en una verdadera mediocracia, que rebasa, con mucho, el papel tradicionalmente asignado al cuarto poder.
Parte de su estrategia consiste en fabricar con falsas apariencias una Venezuela mediática existente en las pantallas de televisión y en los programas de radio, sin conexión con la Venezuela real. Inventan un país virtual al gusto de los miedos y fantasías de su auditorio, cubriendo mentiras con el ropaje del discurso de la verdad.
Cualquiera que haya visto la televisión opositora en tierra venezolana puede constatar la enorme distancia que hay entre la realidad que se vive todos los días en las calles y los contenidos que esos medios divulgan...