La Jornada, 07 de julio de 2015
Un joven maestro carga una enorme pancarta pintada en azul, rojo, negro y rosa. En ella sintetiza su desafío: Peña. Tú y yo. Mismo día. Misma hora. Mismo lugar. Mismo examen. El que repruebe ¡se va!
Con algunas variantes, el mismo cartel apareció en las calles de 23 estados durante las últimas dos semanas. También en los muros de algunas escuelas. En él se resume el agravio que miles de maestros de todo el país viven. Son profesionistas capacitados, responsables con su trabajo, comprometidos con sus alumnos, dispuestos a ser evaluados, que han sido ofendidos por una incruenta campaña de odio en su contra y por la amenaza de ser despedidos o removidos. Se sienten humillados, traicionados e intimidados.
Pero hay algo novedoso en esos carteles. Quienes los blanden y han salido a las calles en Durango, Nuevo León o el valle de México no son sólo maestros pertenecientes a la CNTE, sino profesores de base que se niegan a que se les asocie con sigla alguna. El control que los dirigentes del SNTE tenían sobre ellos ha comenzado a resquebrajarse súbita y aceleradamente.
Hasta hace poco tiempo, muchos de esos docentes rehuían salir a las calles o protestar públicamente. Más aún, un buen número lo consideraba impropio. Pero ahora han comenzado a hacerlo. Lo mismo marchan en días hábiles que en fin de semana, en horas de trabajo que al concluir sus labores. Hasta hace poco, suponían que las amenazas de la reforma educativa sobre su trabajo eran una invención de la disidencia. Pensaban que sus dirigentes los iban a proteger. Ahora han descubierto que no es así. Se saben en peligro.
Dirigentes del magisterio de la sección 36 y 17 del estado de México lo explicaron así a Laura Poy, periodista de este diario: No somos unos cuantos los que nos oponemos. Aquí estamos los maestros de base más allá de militancias o siglas. Queremos que se nos escuche y que no se aplique una evaluación punitiva. No nos oponemos a ser examinados, pero esto no puede poner en riesgo nuestra fuente de empleo.
Sus mantas y pancartas desmienten lo que empresarios, funcionarios y comunicadores han dicho acerca de ellos. Son un grito solitario contra el ruido ensordecedor de la campaña de estigmatización que se ha echado a caminar en su contra. Son su particular forma de ejercer el derecho de réplica ante la negativa de los medios electrónicos a darles la palabra y la insensatez de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Durante la movilización en Guadalajara del pasado viernes, un enorme rótulo explicaba respetuoso: Señor gobernador: no estamos en contra de la evaluación, sino en contra de las formas que se quieren imponer en su proceso, así como de los derechos que se nos quieren quitar. Y que las plazas vacantes sólo las ocupen chambistas amigos y familiares de priístas cercanos a los directivos, como lo vienen haciendo. ¿Esta es la calidad de educación que quiere dar?...