La Jornada, 01 de diciembre de 2015
El pasado 28 de noviembre tembló en Oaxaca. A las 12:20 horas la tierra comenzó a moverse. En las instalaciones de la ciudad administrativa maestros de la entidad de diversas instituciones educativas se evaluaban. La magnitud del sismo fue de 4.6 grados. Los profesores no fueron desalojados. La prueba siguió. Fue entonces cuando, en plena sacudida, un grupo de docentes del área de educación medida superior reinterpretó a su manera el Dios nunca muere, de su paisano Macedonio Alcalá, alzó las manos y exclamó: ¡Dios está con la CNTE!
Ése no fue el único sismo que sacudió a Oaxaca ese día. Varios otros, provocados por la inconformidad magisterial, zarandearon el estado. Muchos se suscitaron dentro de la misma ciudad administrativa, donde supuestamente se encontraban los maestros que estaban de acuerdo con la evaluación. Los docentes de uno de los subsistemas educativos se quitaron los suéteres y mostraron una playera blanca con un letrero que decía: Vengo bajo protesta y obligado, si no me corren.
Las expresiones de descontento de los profesores convencidos con la evaluación, que laboran en los planteles del Colegio de Bachilleres o del Centro de Estudios Tecnológicos o en los del Colegio de Educación Profesional Técnica, y que no pertenecen a la sección 22, habían comenzado horas antes.
En plena madrugada, emulando lo que en 1968 fue la manifestación de los trabajadores al servicio del Estado organizada para desagraviar a Gustavo Díaz Ordaz, nada más bajarse de los autobuses que los trasladaron a la ciudad administrativa y cruzar el cerco de la Policía Federal, los docentes comenzaron a gritar ¡Beee!, ¡beee!, ¡beee! ¡Ya llegamos! ¡Somos los borregos! ¡Venimos obligados! Otros alzaron el puño y dijeron Nos obligaron a venir, o Si yo fuera CNTE y mi sindicato me respaldara no estaría aquí.
Su malestar se hizo sentir, también, en pequeños actos simbólicos, como negarse a comenzar el examen a las siete de la mañana, como querían las autoridades, porque la convocatoria estipulaba que el inicio era a las ocho. O no probar los desayunos que les ofrecieron y rechazar llevarse a su casa la comida que sobró.
La realización de la evaluación estuvo llena de anormalidades. Decenas de supuestos maestros, en realidad cachirules, desconocidos para sus compañeros, fueron colados para que en las fotos distribuidas en los boletines oficiales los salones aparecieran llenos de profesores haciendo la prueba. Muchos eran empleados del gobierno del estado, a los que amenazaron con el despido si no cooperaban. Otros eran, simple y llanamente, miembros de las juventudes del PRI...