La Jornada, 22 de noviembre de 2016
Con el pretexto de mejorar la educación en el mundo agrario, está en marcha una especie de nueva reducción de indios. De paso, se pretende liquidar una de las más importantes experiencias pedagógicas mexicanas: la escuela rural.
En la Cumbre de la Movilidad Social de este año, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, anunció la nueva barbaridad: un programa de reconcentración de 100 mil escuelas. Centenares de miles de alumnos de prescolar, primaria y secundaria serán trasladados de sus comunidades para que estudien en centros educativos de organización completa.
Según el secretario Nuño, las escuelas pequeñitas en zonas pobres de gran dispersión geográfica obtienen los peores resultados académicos. Su reconcentración –dijo– permitirá gastar con más eficiencia y equidad. Los niños serán enviados fuera de sus poblaciones, a escuelas con infraestructura completa y suficientes maestros bien preparados.
Aunque se presente como una iniciativa en favor de la equidad, la reconcentración escolar es una brutalidad concebida en las oficinas de algún teconoburócrata neoliberal o de organismos como la OCDE. Una acción que provocará enorme malestar, tanto en las familias rurales e indígenas como en el magisterio.
La reconcentración significa el cierre de miles de escuelas construidas, sostenidas y gestionadas por las comunidades, el despido o reubicación de un ejército de maestros y el traslado o internado de centenares de miles de niños y niñas lejos de sus familias. Es, ni más ni menos, la moderna versión educativa de las viejas reducciones de indios.
La palabra reducción viene del latín reducti, que significa llevados. Eso es lo que se va a hacer a los estudiantes de las pequeñas escuelas rurales, muchos de ellos indígenas: llevarlos a las ciudades y establecerlos allí.
Las reducciones de indios fueron reconcentraciones forzadas de la población indígena durante la colonia española, para catequizar y garantizar el pago de tributo a la corona. Fue una herramienta central para extinguir la diversidad cultural y espiritualidad de los pueblos originarios, pero, también, para despojarlos de sus territorios y concentrar su mano de obra.
Esos mismos pueblos sufrieron una nueva reducción, a partir de los años 40 del siglo pasado, ahora en nombre de la integración y el desarrollo. Como documentó ampliamente el recientemente fallecido Rodolfo Stavenhagen, ese desplazamiento forzado de las comunidades indígenas para construir grandes presas y obras de infraestructura tuvo efectos devastadores sobre estos pueblos...