La Jornada, 20 de diciembre de 2016
Ese 23 de noviembre temprano madrugó la madrugada. A las 6:45 de la mañana, tres hombres armados secuestraron al maestro de primaria Irineo Salmerón Dircio. Se dirigía a su trabajo en San Lucas, Tixtla, en el estado de Guerrero.
El profesor Irineo era un profesionista y un luchador social querido y admirado por sus compañeros. Además de enseñar, era el coordinador del comité de enlace de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC) en Tixtla.
Dos días después, en el municipio de Chilapa, a escasos 500 metros de un retén de militares, su cuerpo fue encontrado dentro de bolsas de plástico negras amarradas con cintas color café. El asesinato fue reivindicado en una cartulina blanca por Los jefes. Pero Pedro Santos Bartolo, coordinador de la Policía Comunitaria, responsabilizó del homicidio al gobierno del estado con su nueva careta de crimen organizado.
Casi 500amigos y compañeros participaron en la misa de cuerpo presente que se celebró en memoria del maestro Salmerón en la principal iglesia de Tixtla. A las 3:30 de la tarde, un numeroso cortejo fúnebre partió con cuatro coronas de flores blancas al frente y cuatro compañeros cargando sobre sus hombros el ataúd envuelto en la bandera nacional. En el funeral, un policía comunitario advirtió: el que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre, pero que no grite cuando lo pisen (https://goo.gl/KJVPXk).
Apenas unos días antes fueron encontrados en un paraje que lleva de Tixtla al poblado de Atliaca nueve cuerpos descuartizados con señales de tortura. Dos meses atrás, dos policías comunitarios fueron asesinados. Y hace un año, el 26 de noviembre de 2015, también en Tixtla, fueron ejecutados cuatro miembros de la CRAC-PC, casa de justicia La Patria es Primero.
En Tixtla, municipio donde se encuentra la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, se vive desde hace meses una oleada incontrolable de violencia generalizada. Grupos armados, teóricamente ligados a los cárteles de Los ardillos y Los rojos, se disputan con absoluta impunidad el control del territorio y las vías de comunicación.
Pero ni la violencia ni la impunidad son exclusivos de ese municipio guerrerense. En lo que va de 2016 ha habido unos 2 mil asesinatos. En Acapulco, Zitlala, Teloloapan, Ocotito, Ajuchitlán, Arcelia y Chilapa hay decenas de personas desaparecidas y miles más han tenido que salir de sus comunidades huyendo.
En varias comunidades de Tierra Caliente, los maestros deben ir a las escuelas a trabajar protegidos por la policía. La violencia atroz que se vive en esa región es tan grande que muchas de las agresiones ni siquiera son denunciadas por las víctimas. El miedo es de tal tamaño que la gente no quiere hablar...