La Jornada, 07 de marzo de 2017
No le perdonan a Arturo Campos Herrera ser quien es. Les resulta inadmisible que levante la voz para nombrar lo innombrable. Les sabe a ofensa que ponga su cuerpo por delante para denunciar lo inadmisible. Les parece intolerable que, sin tener mayores estudios, defienda los derechos de los suyos infinitamente mejor que muchos letrados. Los desquicia que hable con la verdad, la suya y la de su pueblo. Les perturba que no se arredre. Por eso, y no porque sea un delincuente, lo tienen tras las rejas desde el 1º de diciembre de 2013.
No olvidan que, cuando en 1998 la Secretaría de Salud de Guerrero esterilizó con trampas a 17 indígenas na savi (gente de la lluvia o mixtecos), Arturo lo denunció. Y tampoco que, cuando Severiano Lucas Petra, el presidente del comité de mixtecos esterilizados, fue asesinado a finales de 2000, Arturo levantó la voz.
Les parece un escándalo que, en 1998, Arturo Campos haya señalado al Ejército por ejecutar a cuatro campesinos en la población de El Charco, municipio de Ayutla, y exigir verdad, justicia y reparación integral del daño.
¿Cómo se atreve? ¿Quién se cree él que es? ¿Acaso los indios no deben guardar silencio?, tronaron los señores del poder contra Arturo, cuando, en 2001, defendió con todo a las indígenas Valentina Rosendo Cantú e Inés Fernández Ortega, violadas por militares.
Eran muchas las que Arturo les debía y por eso se las cobraron todas juntas enviándolo al penal de alta seguridad de Almoloya, junto a narcotraficantes, secuestradores y multihomicidas. No le podían admitir una más. La gota que derramó el vaso fue su participación en la formación de la Casa de Justicia de El Paraíso, Ayutla, de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias Policía Comunitaria (CRAC-PC), y el éxito en el abatimiento de la delincuencia en la región.
A Arturo lo detuvieron el 1º de diciembre de 2013, al retirarse de un mitin en el que se exigió la libertad de otros comunitarios presos. En el acto de la campaña12 días por la defensa de nuestra vida y libertad efectuado en Chilpancingo, Campos Herrera llamó a no olvidar a los detenidos. Nos faltan a todos, advirtió. Al retirarse fue arrestado por policías, bajo la acusación de ser responsable de dos secuestros que nunca existieron.
Arturo Campos –nos recuerda Abel Barrera– quiso ser abogado, pero no pudo porque nació en una familia pobre de siete hermanos y se volvió huérfano de padre a los escasos tres años de edad. A pesar de eso, defiende los derechos de los pueblos indios de manera notable. Su autodidactismo es ejemplar.
A los 12 años dejó San Felipe, su comunidad, y se trasladó a Ayutla para cursar la secundaria. Conoció allí, en carne propia la discriminación y la explotación, haciendo mandados o labores de limpieza para las familias acomodadas del municipio. A cambio, en un gesto de supuesto altruismo, los mestizos acomodados le permitían pernoctar en algún rincón de sus casas...