La jornada, 13 de agosto de 2002
Después del llamado a misa vino el campanazo a clases. Los compromisos privados se hicieron públicos. El pacto se selló frente a la nueva versión de las fuerzas vivas del gobierno del cambio. Empresarios, jerarcas religiosos, representantes de asociaciones de padres de familia, líderes sindicales y personalidades de la sociedad civil atestiguaron la formalización de la alianza. Elba Esther Gordillo y Vicente Fox sonrieron felices a las cámaras al firmar el Compromiso Social por la Calidad de la Educación. Satisfecho, también, debía sentirse el artífice y principal beneficiario de este matrimonio: el secretario Jorge Castañeda.
La rúbrica del acuerdo educativo fue, por principio de cuentas, un aval presidencial al caciquismo sindical. Una especie de "cerrar los ojos" a las promesas de campaña sobre un nuevo sindicalismo ante las necesidades de la realpolitik. La estrella de la jornada, la chiapaneca Elba Esther Gordillo, no es ni puede ser por estatuto la secretaria general del SNTE. Aunque el jefe del Ejecutivo le dé trato de representante legal del magisterio, la profesora no lo es.
La maestra Gordillo fue designada por Carlos Salinas de Gortari el 23 de abril de 1989 dirigente nacional del magisterio, al margen de cualquier formalidad estatuaria o decisión de los trabajadores de la educación afiliados al sindicato. Miles de maestros apostados frente a la plaza de Santo Domingo saludaron durante varios días su llegada al edificio de la SEP gritándole asesina. No olvidaban que ella era la secretaria general de la sección 36 cuando el líder del movimiento democrático de los pobresores del estado de México, Misael Núñez Acosta, fue asesinado por pistoleros contratados por el SNTE.
Tan irregular fue el nombramiento de la profesora que para "legitimarse" arregló en Tepic, el 22 de enero de 1990, un congreso nacional, en el que, para variar y no perder la costumbre, se arremetió a golpes contra los disidentes. Violando los estatutos que prohíben expresamente la relección en la secretaría general, se hizo nombrar una vez más dirigente nacional en un nuevo congreso celebrado durante la segunda quincena de febrero de 1992, que pomposamente anunció la "refundación" del sindicato magisterial. Desde que en 1995 dejó el cargo, su influencia en el gremio ha sido extrajurídica, pero no por ello menos eficaz.
Como buena cacique, el poder que Elba Esther detenta dentro del SNTE es informal. Proviene del dominio que ejerce sobre los dirigentes regionales; del control de las cuotas sindicales, de procesos claves de la vida sindical y de las relaciones con los funcionarios públicos que le dan capacidad de gestión de hecho; de una amplia red de relaciones personales con figuras claves de la política nacional y de una fuerza no basada en la legalidad. Sin el apoyo gubernamental ese poder sería efímero: la lealtad de sus subordinados desaparecería.
Para sostenerse en la dirección sindical de facto, la maestra Gordillo ha otorgado a los gobiernos en turno concesiones laborales. Con Salinas de Gortari firmó el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, que implicó la aceptación magisterial a la descentralización educativa. Con Ernesto Zedillo se sometió a una política de contención salarial y erosión de conquistas laborales básicas...